Castellón
Juan Eslava Galán en la Fundación Caja Castellón
El polifacético escritor Juan Eslava Galán ha visitado esta tarde la Fundación Caja Castellón para participar en el ciclo de charlas-coloquio “De Razones y Hombres” donde ha presentado su último ensayo “La Primera Guerra Mundial contada para escépticos” con la que está teniendo un más que notable éxito.
Este año se cumple un siglo del estallido de la Primera Guerra Mundial y un contador de historias de la historia como Juan Eslava Galán ha retratado esa otra cara de la guerra que no se centra en los grandes protagonistas y sí, como el propio autor indica, en "los grandes olvidados", una visión con rigor por el conflicto sin dejar de lado las historias más humanas, cercanas y sorprendentes. Todo ello con el objetivo de acercarse a este conflicto.
Europa parecía en 1914 un lugar bien avenido, con un nivel cultural alto, avanzaba técnicamente, los países comerciaban y tenían estrechas relaciones pero “la competencia industrial, el miedo al arrollador avance de Alemania y por parte de Alemania la ambición de hacerse con un imperio colonial que creía imprescindible para su supervivencia” desencadenaron la catástrofe.
La conclusión fue una guerra llena de “tantos y tan interesantes personajes.... Baste citar nombres como Lawrence de Arabia (interesantísimo), el Barón Rojo, Rasputín, Mata Hari.. pero también “una trituradora de carne humana” en la que “cayeron cuatro imperios (alemán, austrohúngaro, ruso, otomano) y surgieron un puñado de repúblicas”. Además, añade, “de la primera guerra mundial heredamos dos grandes problemas que todavía colean: el de Oriente Medio y el de los inestables Balcanes”.
Haciendo un ejercicio de historia-ficción el autor opina que de haber tomado parte España en el conflicto hubiese dependido “de si nos hubiéramos alineado con los vencidos o con los vencedores. Si hubiésemos estado con los vencidos es posible que se hubiera planteado en Versalles la independencia de Cataluña y el País Vasco, aunque lo dudo (Francia jamás lo consentirá porque detrás vendrían las reclamaciones de las provincias vascas y catalanas en tierra francesa. No olvidemos que todo separatismo es, a la vez, imperialista)”
Respecto a la pregunta de si estamos condenados a repetir la historia opina “que esa etapa sangrienta ya pasó desde que existen potencias atómicas en Europa. Ahora la guerra es económica y la está ganando Alemania que ha extendido el imperio de su euro (marco encubierto) por tantos países de Europa. Los ingleses se han librado de esa dependencia, al conservar su libra. Siempre tan listos.”
Para el autor es un reto escribir sobre historia y opina que “En España adolecemos de una historia académica escrita no para el público general sino para otros académicos (una docena como mucho) porque a los historiadores de prestigio se le caen los anillos si descienden a explicar con claridad las cosas. Dejan ese campo, que desprecian, para divulgadores como yo. Pero luego se enfadan si vendemos más libros que ellos, después de utilizar sus libros para documentarnos. Eso no ocurre en el extranjero donde muchos académicos escriben también para el hombre de la calle que con sus impuestos sufraga a las universidades. También es cierto que aquellas universidades no alcanzan el ‘nivelazo’ de la universidad española”.
Este año se cumple un siglo del estallido de la Primera Guerra Mundial y un contador de historias de la historia como Juan Eslava Galán ha retratado esa otra cara de la guerra que no se centra en los grandes protagonistas y sí, como el propio autor indica, en "los grandes olvidados", una visión con rigor por el conflicto sin dejar de lado las historias más humanas, cercanas y sorprendentes. Todo ello con el objetivo de acercarse a este conflicto.
Europa parecía en 1914 un lugar bien avenido, con un nivel cultural alto, avanzaba técnicamente, los países comerciaban y tenían estrechas relaciones pero “la competencia industrial, el miedo al arrollador avance de Alemania y por parte de Alemania la ambición de hacerse con un imperio colonial que creía imprescindible para su supervivencia” desencadenaron la catástrofe.
La conclusión fue una guerra llena de “tantos y tan interesantes personajes.... Baste citar nombres como Lawrence de Arabia (interesantísimo), el Barón Rojo, Rasputín, Mata Hari.. pero también “una trituradora de carne humana” en la que “cayeron cuatro imperios (alemán, austrohúngaro, ruso, otomano) y surgieron un puñado de repúblicas”. Además, añade, “de la primera guerra mundial heredamos dos grandes problemas que todavía colean: el de Oriente Medio y el de los inestables Balcanes”.
Haciendo un ejercicio de historia-ficción el autor opina que de haber tomado parte España en el conflicto hubiese dependido “de si nos hubiéramos alineado con los vencidos o con los vencedores. Si hubiésemos estado con los vencidos es posible que se hubiera planteado en Versalles la independencia de Cataluña y el País Vasco, aunque lo dudo (Francia jamás lo consentirá porque detrás vendrían las reclamaciones de las provincias vascas y catalanas en tierra francesa. No olvidemos que todo separatismo es, a la vez, imperialista)”
Respecto a la pregunta de si estamos condenados a repetir la historia opina “que esa etapa sangrienta ya pasó desde que existen potencias atómicas en Europa. Ahora la guerra es económica y la está ganando Alemania que ha extendido el imperio de su euro (marco encubierto) por tantos países de Europa. Los ingleses se han librado de esa dependencia, al conservar su libra. Siempre tan listos.”
Para el autor es un reto escribir sobre historia y opina que “En España adolecemos de una historia académica escrita no para el público general sino para otros académicos (una docena como mucho) porque a los historiadores de prestigio se le caen los anillos si descienden a explicar con claridad las cosas. Dejan ese campo, que desprecian, para divulgadores como yo. Pero luego se enfadan si vendemos más libros que ellos, después de utilizar sus libros para documentarnos. Eso no ocurre en el extranjero donde muchos académicos escriben también para el hombre de la calle que con sus impuestos sufraga a las universidades. También es cierto que aquellas universidades no alcanzan el ‘nivelazo’ de la universidad española”.














