Castellón
Ángel Gil Cheza, uno de los escritores revelación del año 2014, presenta su exitosa novela "El hombre que arreglaba las bicicletas"
El vila-realense participa en el ciclo Condición Literal de la Fundación Caja Castellón
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El vila-realense Ángel Gil Cheza ha desempeñado muy diversas profesiones como cartero, forestal, camarero, dueño de un pub, barrendero, arqueólogo, albañil, asistente de artista fallero, cocinero, agricultor, y con solo veinte años cantante punk.
Pero Ángel Gil Cheza es licenciado en Humanidades y máster en Edición, y sobre todo es escritor. Su última novela El hombre que arreglaba las bicicletas gira en torno al testamento de un escritor de novela negra que llevará a su viuda, a su hija y a una antigua novia irlandesa a convivir en el verano de 2008 en su casa de la costa levantina junto a un taller de bicicletas. La riqueza descriptiva, y sobre todo el amor llenan esta novela, que, publicada con anterioridad en Amazon alcanzó los primeros puestos de ventas durante meses. La Editorial Suma de Letras lo ha publicado en papel respaldado por los seguidores a los que ya atrajo con su trabajo anterior, "La lluvia es una canción sin letra", y que ahora se han visto atrapados por este nuevo libro, que parte de preguntas como "qué dejamos cuando morimos y a quién le diríamos aquello que quedó sin decir". "A partir de ahí me pregunté qué preguntas me surgirían si tuviera que repartir los afectos y las posesiones, a veces con un valor más simbólico que real", atreviéndose a "explorar los caminos que no se han seguido", el "qué habría pasado" si se hubiesen tomado otras decisiones, afirma el autor.
Ángel Gil Cheza recuerda que “siempre he tenido inquietudes que apuntaban al mundo de la escritura de algún modo. Me veo de bien pequeño inventando canciones, imaginando historias… a los diez años recuerdo un poema que escribí acerca de una niña que desaparecía y se ahogaba en un lago. Dicho así parece muy siniestro pero era algo muy inocente, de rima fácil y vocabulario muy limitado. Es lo primero que recuerdo… aunque seguro que había algo antes. Más tarde, con trece, catorce… comencé a escribir en un fanzine que fundé con mis amigos. Luego ya vino la faceta de compositor de canciones con letras sociales, y al final de la adolescencia, como casi todo el mundo, escribía poemas y unos relatos cortos de crítica social; lo llamaba literatura contundente. Muchos años después llegó mi primera novela”.
Entre sus aficiones destaca que “durante muchos años fue escribir, ahora que esto es una parte importante de mi actividad laboral debo decir otra. Así que puedo hablarte de mi huerto de naranjas ecológico. Salir al campo con mi perra e intentar comprender la vida desde la primera fila. Ser consciente de cada consecuencia de lo que haces cuando trabajas la tierra. Y llegar horas después a casa, lleno de barro y abrir una cerveza. Aunque ahora apenas dispongo de tiempo para hacerlo".
Con respecto al éxito opina que “lo más importante es gustar a los lectores, y esto, hoy en día tampoco es fácil, hay un bombardeo constante para que todo el mundo lea lo mismo; en cada escena, en cada entorno social, se erigen unos dioses distintos, pero el funcionamiento es muy parecido; si eres así, debes leer esto, ver este cine o comprar esta ropa. Es difícil luchar contra esto. El éxito de la crítica no es para desmerecer. Es un gran elogio que quien se dedica a prescribir libros ensalce tu trabajo. Es una gran recompensa a años de tenacidad. Pero una gran parte de la crítica está controlada por los poderes ‘culturales’, y es difícil también pelear en esta batalla. Y respecto a las ventas, no negaré que ayuda mucho percibir beneficios por hacer lo que más te gusta, pero lo que realmente me fascina de las ventas es cuando las pienso en número de nuevos lectores. Dices: He vendido tanto… y ése es el número de nuevos lectores que están leyendo mis novelas. Y algo por dentro se alegra de haber llegado a toda esa gente".
En cualquier caso “que una editorial te avale en esos momentos y decida publicar tu libro es una sensación extraña, aunque no es lo mismo publicar ahora que hace unos años, y hacerlo, no supone que vuelvas a publicar”, añade.
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El vila-realense Ángel Gil Cheza ha desempeñado muy diversas profesiones como cartero, forestal, camarero, dueño de un pub, barrendero, arqueólogo, albañil, asistente de artista fallero, cocinero, agricultor, y con solo veinte años cantante punk.
Pero Ángel Gil Cheza es licenciado en Humanidades y máster en Edición, y sobre todo es escritor. Su última novela El hombre que arreglaba las bicicletas gira en torno al testamento de un escritor de novela negra que llevará a su viuda, a su hija y a una antigua novia irlandesa a convivir en el verano de 2008 en su casa de la costa levantina junto a un taller de bicicletas. La riqueza descriptiva, y sobre todo el amor llenan esta novela, que, publicada con anterioridad en Amazon alcanzó los primeros puestos de ventas durante meses. La Editorial Suma de Letras lo ha publicado en papel respaldado por los seguidores a los que ya atrajo con su trabajo anterior, "La lluvia es una canción sin letra", y que ahora se han visto atrapados por este nuevo libro, que parte de preguntas como "qué dejamos cuando morimos y a quién le diríamos aquello que quedó sin decir". "A partir de ahí me pregunté qué preguntas me surgirían si tuviera que repartir los afectos y las posesiones, a veces con un valor más simbólico que real", atreviéndose a "explorar los caminos que no se han seguido", el "qué habría pasado" si se hubiesen tomado otras decisiones, afirma el autor.
Ángel Gil Cheza recuerda que “siempre he tenido inquietudes que apuntaban al mundo de la escritura de algún modo. Me veo de bien pequeño inventando canciones, imaginando historias… a los diez años recuerdo un poema que escribí acerca de una niña que desaparecía y se ahogaba en un lago. Dicho así parece muy siniestro pero era algo muy inocente, de rima fácil y vocabulario muy limitado. Es lo primero que recuerdo… aunque seguro que había algo antes. Más tarde, con trece, catorce… comencé a escribir en un fanzine que fundé con mis amigos. Luego ya vino la faceta de compositor de canciones con letras sociales, y al final de la adolescencia, como casi todo el mundo, escribía poemas y unos relatos cortos de crítica social; lo llamaba literatura contundente. Muchos años después llegó mi primera novela”.
Entre sus aficiones destaca que “durante muchos años fue escribir, ahora que esto es una parte importante de mi actividad laboral debo decir otra. Así que puedo hablarte de mi huerto de naranjas ecológico. Salir al campo con mi perra e intentar comprender la vida desde la primera fila. Ser consciente de cada consecuencia de lo que haces cuando trabajas la tierra. Y llegar horas después a casa, lleno de barro y abrir una cerveza. Aunque ahora apenas dispongo de tiempo para hacerlo".
Con respecto al éxito opina que “lo más importante es gustar a los lectores, y esto, hoy en día tampoco es fácil, hay un bombardeo constante para que todo el mundo lea lo mismo; en cada escena, en cada entorno social, se erigen unos dioses distintos, pero el funcionamiento es muy parecido; si eres así, debes leer esto, ver este cine o comprar esta ropa. Es difícil luchar contra esto. El éxito de la crítica no es para desmerecer. Es un gran elogio que quien se dedica a prescribir libros ensalce tu trabajo. Es una gran recompensa a años de tenacidad. Pero una gran parte de la crítica está controlada por los poderes ‘culturales’, y es difícil también pelear en esta batalla. Y respecto a las ventas, no negaré que ayuda mucho percibir beneficios por hacer lo que más te gusta, pero lo que realmente me fascina de las ventas es cuando las pienso en número de nuevos lectores. Dices: He vendido tanto… y ése es el número de nuevos lectores que están leyendo mis novelas. Y algo por dentro se alegra de haber llegado a toda esa gente".
En cualquier caso “que una editorial te avale en esos momentos y decida publicar tu libro es una sensación extraña, aunque no es lo mismo publicar ahora que hace unos años, y hacerlo, no supone que vuelvas a publicar”, añade.














