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Tomas Torres
Domingo, 18 de Mayo de 2014
Mi vida como erizo

Somos zombis y ni cuenta nos damos

[Img #33481]Se llama santa resignación, nos lo enseñaron desde que íbamos a la escuela, ajo y agua, y tal como se está poniendo el panorama, deberemos echar mano de ella con cierta frecuencia si no queremos que la úlcera se nos perfore o que nos salga la bilis por las orejas.

Ya damos por sentado y lo tenemos relativamente asumido que, de una forma u otra, el Gran Hermano con su ojo que todo lo ve y sus tentáculos que llegan a los rincones más íntimos de nuestras vidas, nos tienen más vigilados que Paquirrín a una ración de bravas, eso que ni que.

Cuando no es Google es Obama, que nos pide amistad en el Face solo para saber si tú o tus contactos en las redes sociales estáis tramando un maléfico plan para acabar con el imperialismo yanqui y el modo de vida americano.

Si no, es el Ministro del Interior, -todo hay que decirlo, a la luz de acontecimientos lamentables-, el que amanece con la ocurrencia de capar Twitter porque cuatro tontos del haba, cobardes y descerebrados, se esconden en el anonimato de Internet para insultar o decir barbaridad y media sin el riesgo de que alguien les parta todo lo que viene siendo la cara. Y no miro a nadie.

Antes, cuando fuimos jóvenes, el control sobre nuestros hechos y actividades eran más rollo marcaje al hombre, de cerca, dando una patada en las corvas de vez en cuando, pero sutilmente. A quien no le entraba en el cuarto esa madre española de toda la vida, con el delantal de flores y las zapatillas de andar por casa que eran dos misiles tierra-aire, abriendo ventanas, persianas y cortinas, “para que entre la luz” como si quisiera matar al Conde Drácula, y así fuera invierno o verano, esa ventana se abría de par en par y después, ventilada la cueva, subrepticiamente iniciaba su investigación sobre lo que hiciste la noche anterior, agarrando tu ropa con el pretexto de poner una lavadora y poniéndose a olisquearla como si fuera un sabueso.

Era entonces cuando te decía aquello de “¿Por qué te huele la ropa a tabaco?” y tú, entre el sueño y la resaca, dudabas si responder con alguna ocurrencia o limitarte a defender tu inocencia de forma elocuente no exenta de sarcasmo, aún a riesgo de que una de las zapatillas terminara impactando en cualquier parte que sobresaliera de las mantas. Así que esperabas la repregunta, que era en forma de afirmación “Tú has fumado”, a lo que contestabas, “Que no mamá, que no he fumado, déjame dormir”.

Lo que tu madre y todas las madres no sabían y tu no podías decirle era que en aquel entonces, antes de que prohibiera fumar en espacios públicos, si uno quería ir de marcha inevitablemente era ejerciendo de fumador pasivo, porque todos los sitios divertidos en los que podías beber alcohol y buscar pareja estaban llenos de humo de tabaco. Ahora el único sitio donde se bebe alcohol y hay humo es en la iglesia, aunque sea de incienso.

Ahora eso ha cambiado, tienen controlada nuestra voluntad con las redes sociales, que los gobiernos ven nuestras fotos de cuando fuimos a Cuenca o aquellas de la despedida de soltero de tu primo, agarrados haciendo la conga en plena fase eufórica de la ingesta etílica. Yo no sé lo que sacarán en claro de ver esas fotos, pero el caso es que las ven.

Igual en Quantico un tio del FBI atiborrado de café y con más legañas que el gato de una posada ve eso, lo interpreta, te hace un perfil y le manda un memorándum a Obama diciéndole, “a este tío, ojito, que lo tenemos que vigilar, que es medio comunista”. Vaya usted a saber.

No conformes con habernos convertido en extras de The Walking Dead, que vamos atontados con el móvil por la calle, o que le pedimos sal al vecino con un guasap. Pero las mentes retorcidas de los de arriba, los que de verdad controlan en cotarro, como no tienen límites en su maldad, idearon otra forma sutil de control mental, los juegos del Facebook.

¿Ustedes han visto lo que hace el Candy Crush Saga con la autoestima de un cristiano?

La hace polvo. Es que eso ríete tú de los interrogatorios en Guantánamo, eso son conversaciones de amigos en comparación. El Candy Crush debe ser algo basado en los protocolos de la KGB para someter la voluntad de los espías, si es que tendría que estar prohibido por la Convención de Ginebra.

Primero las horas muertas que te pasas jugando, que eso baja una barbaridad la productividad y el producto interior bruto de un país en seis meses, que no me extraña que la prima de riesgo esté como está, porque los que mandan sobre nosotros, -pero incluso sobre Rajoy, Merkel y Putin-, los de arriba, deben pensar aquello que decían los míticos humoristas Faemino y Cansado, mientras están aquí no están delinquiendo por ahí.

O lo que es lo mismo, mientras estás embobado con esto no andas conspirando, manifestándote o afiliándote al Partido Comunista. No sea cosa que se pongan a leer libros, aunque les subamos el IVA, y empiecen a pensar estos ingratos.

Y ahora no me salgan con que a mi que me registren, que yo no juego, que si no es ese será el de las vacas o andarán pidiéndole a toda la lista de contactos cachivaches para montar una ciudad, un jardín o aporreando cerdos con pájaros cabreados, que nos conocemos.

Con el juego empiezan con que aplican aquello de divide y vencerás, porque cuando estás todo enviciado, vas y les pides vidas, o vacas o clavos, oro, lo que sea con lo que puedas continuar jugando y la mitad están como tú o peor y te los envían, eso si, con la pérfida y única intención de que tú les correspondas y les envíes a su vez lo que ellos necesitan para seguir adelante en su juego. No te vayas a creer que es amor puro o amistad sincera, es interés, del más bajo y miserable, eso ni lo dudes.

Sin embargo, la otra mitad, que no juegan a lo mismo que tú, o que revisan su Facebook de Pascuas a Ramos, o los que simplemente tienen la insolidaria política de no mandarle nada a nadie, no te envía lo que les pides, lo que tanto necesitas, y ahí empieza el resentimiento que te reconcome, que te dejas de enviar guasap con los amigos, que ya no le das Me gusta a sus publicaciones o que hasta peligran matrimonios rollo, “a mi ni me hables hasta que no me mandes la vaca”.

Si es que hasta creo que a los del 15 M los dividieron así, negándoles vidas del Candy Crush, para que desalojaran la Puerta del Sol, no te digo más.

Pero con el maléfico juego quebrantan la voluntad de uno, aunque hiciera la mili en la Legión, porque cuando pierdes la partida ¿Qué es lo que te sale? No, no se hagan los occisos, que bien que lo saben, sale el cartel ese que te dice “Rendirse” –o eso o pagas-, pero así, de mal rollo.

No es el Game Over de toda la vida, que a muchos como no sabían inglés se creían que esa era la marca del videojuego, que mira que te jodía, pero luego te animaba en plan “Ánimo chaval, que tu puedes”, con aquel lacónico Insert Coin, como si nada hubiera pasado. Aquí paz y allí gloria.

No, ellos subyugan tu voluntad diciéndote, no te resistas, ríndete, total no tienes dinero, si no vale la pena rebelarse hombre. Y luego lo rematan con dos frases demoledoras: Nivel no superado y No has alcanzado tus objetivos.

Así en plan fraude piramidal o empresa de ventas por teléfono. Pero luego aún hacen leña del árbol caído con No has eliminado toda la gelatina y la puntilla, el pase del desprecio, la conclusión de que eres una basura humana, Fracaso.

Pero todo eso así, como diciendo, “querías ser futbolista, ministro o soñabas con ser escritor y publicar best sellers que se lleven al cine y los protagonice Brad Pitt", olvídalo, acostúmbrate a ganar mil euros toda tu vida y muéstrate agradecido con el sistema vendiendo toda tu vida teléfonos móviles en un centro comercial, así que te vas olvidando de iniciar una revolución, sacar a los políticos de sus poltronas y tapiar el Congreso, el Senado y las Cámaras Autonómicas y échate otra partidita, que te paso una vida por el Face, no te acostumbres a pensar, juega, yo invito.




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