Teatro
La ausencia a través de los ojos de un niño
Rogelio Quintana dirige la segunda temporada de “Arrullos para Benjamín” de Hasam Díaz
![[Img #71341]](http://el7set.es/upload/images/03_2019/6962__sam4360.jpg)
“Arrullos para Benjamín”, de Hasam Díaz regresa en una segunda temporada con la personal interpretación de la puesta en escena de esta obra por parte del director del montaje, Rogelio Quintana, en la que juega con el tiempo, el género de los personajes y las perspectivas, observando la escena desde el pasado y el futuro, cuando no se vive en el mismo presente, siempre inventado.
Hugo y Benjamín se internan en el bosque de la vida, en el que el primero le lleva muchos pasos de ventaja respecto al segundo, no en vano el más joven de una familia es el benjamín, una expresión que nace del hijo menor del patriarca Jacob de la Biblia.
Ambos viven en dos mundos a la vez, el cercano, el que los rodea en la espesura del bosque, que experimenta en primera persona Benjamín, empíricamente, en propia carne a través de sus cinco sentidos. Un mundo que huele, que lo envuelve y del que se empapa del modo en que los niños beben la vida, a grandes tragos impacientes. Así conoce Benjamín el anhelo, la culpa y la curiosidad.
El otro mundo, el de más allá de la memoria, el de cuando papá aún estaba en casa, antes de que se hubiera marchado, ese mundo del lugar extraño y desconocido al que se marchó para no volver el mismo día en que nació Benjamín, ese mundo lo conoce únicamente a través de los ojos y de la memoria de Hugo, a través del tamiz de sus recuerdos y de las historias que le fueron heredadas de los mayores, de su madre doliente y despechada, del rencor imbuido.
Benjamín no extraña a su padre, porque nunca lo conoció, pero sueña con poder extrañarlo. La ausencia no existe, no nacemos con ella, como nacemos con la alegría, la risa y los sueños, la añoranza no la enseñan, como nos enseñan el miedo o la soledad.
Rogelio Quintana juega con los recuerdos, con el tiempo implacable, con los personajes que miran atrás para descubrir que siguen siendo niños, o que nunca lo fueron, igual que Hugo siempre odió las mariposas, porque sus alas nos convierten en adultos cuando la ilusión del encanto termina. Quintana nos descubre a través de Arrullos para Benjamín que lo que nos hace mayores no es el tiempo, es lo vivido.
Bajo la dirección de Rogelio Quintana, un excepcional elenco formado por Natalia Rico, en el papel de Benjamín, Armando Seañez y Jorge Herrera, como Hugo, da vida a los personajes, con un tono sublime entre el cuento y el relato nostálgico
Esta segunda temporada de “Arrullos para Benjamín” representa un sentido homenaje y un emotivo recuerdo para Damián Cortez, que junto a Andrea Calderón formó parte del elenco original en la primera puesta en escena. Después del triste fallecimiento de Damián, estas nuevas representaciones se dedican a su memoria.
El brillante texto original
El director chihuahuense juega a partir de un hermoso texto de Hasam Díaz, que nos descubre de manera enternecedoramente sutil un universo íntimo, el de dos hermanos unidos en la soledad de la infancia, en la periferia de la vida de los adultos, perdidos en sus fantasías y sus juegos.
El concepto desde el que parte la dramaturgia es el de los descubrimientos de la infancia, de los aprendizajes y de cómo el hermano mayor conduce hacia una madurez que nunca ha de alcanzar a su hermano pequeño, enseñándole a enfrentar el miedo “Es normal tener miedo”, le dice, sabiendo que el miedo se esconde en la próxima vuelta de su destino.
Por medio de la sencillez, el dramaturgo michoacano dibuja mundos infantiles en los que ya se dejan ver los adultos que serán, o que podrían haber sido. Un texto brillante por su cercanía, lleno de poesía y de magia.
“Arrullos para Benjamín”, de Hasam Díaz regresa en una segunda temporada con la personal interpretación de la puesta en escena de esta obra por parte del director del montaje, Rogelio Quintana, en la que juega con el tiempo, el género de los personajes y las perspectivas, observando la escena desde el pasado y el futuro, cuando no se vive en el mismo presente, siempre inventado.
Hugo y Benjamín se internan en el bosque de la vida, en el que el primero le lleva muchos pasos de ventaja respecto al segundo, no en vano el más joven de una familia es el benjamín, una expresión que nace del hijo menor del patriarca Jacob de la Biblia.
Ambos viven en dos mundos a la vez, el cercano, el que los rodea en la espesura del bosque, que experimenta en primera persona Benjamín, empíricamente, en propia carne a través de sus cinco sentidos. Un mundo que huele, que lo envuelve y del que se empapa del modo en que los niños beben la vida, a grandes tragos impacientes. Así conoce Benjamín el anhelo, la culpa y la curiosidad.
El otro mundo, el de más allá de la memoria, el de cuando papá aún estaba en casa, antes de que se hubiera marchado, ese mundo del lugar extraño y desconocido al que se marchó para no volver el mismo día en que nació Benjamín, ese mundo lo conoce únicamente a través de los ojos y de la memoria de Hugo, a través del tamiz de sus recuerdos y de las historias que le fueron heredadas de los mayores, de su madre doliente y despechada, del rencor imbuido.
Benjamín no extraña a su padre, porque nunca lo conoció, pero sueña con poder extrañarlo. La ausencia no existe, no nacemos con ella, como nacemos con la alegría, la risa y los sueños, la añoranza no la enseñan, como nos enseñan el miedo o la soledad.
Rogelio Quintana juega con los recuerdos, con el tiempo implacable, con los personajes que miran atrás para descubrir que siguen siendo niños, o que nunca lo fueron, igual que Hugo siempre odió las mariposas, porque sus alas nos convierten en adultos cuando la ilusión del encanto termina. Quintana nos descubre a través de Arrullos para Benjamín que lo que nos hace mayores no es el tiempo, es lo vivido.
Bajo la dirección de Rogelio Quintana, un excepcional elenco formado por Natalia Rico, en el papel de Benjamín, Armando Seañez y Jorge Herrera, como Hugo, da vida a los personajes, con un tono sublime entre el cuento y el relato nostálgico
Esta segunda temporada de “Arrullos para Benjamín” representa un sentido homenaje y un emotivo recuerdo para Damián Cortez, que junto a Andrea Calderón formó parte del elenco original en la primera puesta en escena. Después del triste fallecimiento de Damián, estas nuevas representaciones se dedican a su memoria.
El brillante texto original
El director chihuahuense juega a partir de un hermoso texto de Hasam Díaz, que nos descubre de manera enternecedoramente sutil un universo íntimo, el de dos hermanos unidos en la soledad de la infancia, en la periferia de la vida de los adultos, perdidos en sus fantasías y sus juegos.
El concepto desde el que parte la dramaturgia es el de los descubrimientos de la infancia, de los aprendizajes y de cómo el hermano mayor conduce hacia una madurez que nunca ha de alcanzar a su hermano pequeño, enseñándole a enfrentar el miedo “Es normal tener miedo”, le dice, sabiendo que el miedo se esconde en la próxima vuelta de su destino.
Por medio de la sencillez, el dramaturgo michoacano dibuja mundos infantiles en los que ya se dejan ver los adultos que serán, o que podrían haber sido. Un texto brillante por su cercanía, lleno de poesía y de magia.