Teatro
“Andares”, un viaje por las mil voces de un mismo pueblo
Héctor Flores Komatsu escribe y dirige esta obra sobre la igualdad por medio de las identidades de los pueblos originarios en México
![[Img #71814]](http://el7set.es/upload/images/04_2019/3716__sam4750.jpg)
“Andares” es un viaje iniciático, como el que llevó a su autor y director, Héctor Flores Komatsu, a lo largo de años a conocer algunos de los numerosos pueblos originarios que existen en todo México, un periplo que le llevó a una catarsis como mestizo y como artista. Pero lo que vemos en “Andares” no es una obra de teatro sobre la visión, a través del tamiz de la mirada externa del visitante puntual, del ajeno que entra en conocimiento de una realidad palpable, real, aunque siempre ajena y olvidada.
El texto, de una hermosura devastadora, forma un coro en el que la suma constante de voces que inicialmente imaginaríamos diferentes teje un tapiz multicultural que confluye en una armonía en la suma del todo que resuena a lo largo de toda la obra. No son ventanas por las que nos asomamos al momento íntimo narrado con enorme capacidad por los actores que forman el elenco, son plataformas desde las que se proyectan las realidades de esos pueblos originarios, sus formas de vida, costumbres, creencias y miedos. Es una misma sangre hablando con distintas voces, ahora huichol, después maya, zapoteco, rarámuri, mestizo.
Es una fábula de simple belleza narrada con una dirección magistral que, de forma natural, fluye desde la riqueza que representa la variedad de pueblos que salpican la geografía mexicana, haciendo hincapié en los elementos diferenciadores, únicos, propios, de cada pueblo para, sin darnos cuenta, caer en la cuenta de que esa pretendida diferencia es un elemento único de hermandad universal, de un lenguaje común que, por diferentes, nos hace a todos iguales. Es un canto a la multiculturalidad, a la riqueza de la herencia, en tiempos en los que la diferencia es empleada siempre para enfrentar, para poner a unos sobre otros, para excluir.
El mensaje es de tal calado y tan poderoso que no se necesita ser un antropólogo o un científico conocedor de todas las culturas de América para captar la magnitud de la propuesta. El dramaturgo nos muestra las visiones crudas, sin intermediarios, sin pasarlas por el pulido de una pretendida sofisticación intelectual. Como él mismo reconoce, la obra pretende que “una madre maya, ama de casa, que nunca ha visto teatro en su vida pudiera conectar con lo que estuviéramos compartiendo”.
Pero eso no es fruto de la casualidad, ni de una coyuntura afortunada, el trabajo que trasciende a la deliciosa sencillez de la propuesta, que hunde sus raíces profundamente en la tradición oral de los pueblos originarios y enlaza con la narración de las historias de toda la humanidad, se ha puesto a prueba de pueblo en pueblo, de comunidad en comunidad, hablando de tú a tú al espectador, que conoce y se reconoce en la propuesta.
De ese fortalecimiento nace la propuesta de presentarla en diferentes foros de todo México, y desde ellos, a modo de lanzaderas, alcanzar comunidades originarias de la zona para representarla en la plaza del pueblo, en una casa, “compartirla con los pueblos originarios” para tender lazos de hermandad, entendimiento, “porque tenemos muchísimo en común y al mismo tiempo, aprendemos a apreciar al otro y a reconocernos en el otro”. “No queremos ser representantes de la cultura mexicana. Queremos compartir aquellas formas de ver el mundo que no se les da el espacio, la voz, en los medios convencionales”.
“Andares” muestra un camino lleno de historias, guiado a través de la música interpretada en directo, que sirve de hilo conductor de las historias, aportándoles ambientación, atmósferas y ritmo.
En la propuesta conocemos las etnias que componen el mosaico de los pueblos originarios en México, sus visiones sobre la creación de los hombres, los hombres de barro sin capacidad de pensar, los hombres de madera sin corazón, y el eternamente esperado hombre hijo del maíz, con pensamiento y corazón, pero al que los dioses boicotean eternamente para que no se llegue a equiparar con su grandeza.
![[Img #71817]](http://el7set.es/upload/images/04_2019/9196__sam4741.jpg)
Pero ese hombre o mujer del maíz ya se encuentran entre nosotros, aunque no les hemos prestado atención, porque andábamos ocupados robando sus tierras, destruyendo sus pueblos, olvidándolos. Se han puesto una máscara y han salido a los caminos a contarnos su historia, para que los conozcamos. En su viaje, Héctor Flores Komatsu se ha encontrado con los pueblos originarios, pero también ha descubierto a gigantescos actores como Josué Maychi, Alexis Orozco, Lupe de la Cruz o
Kaleb Oseguera.
Las historias entrelazadas, desde un nivel profundo al superficial, generan una ola de empatía que nos conecta inmediatamente con los actores y con la narración, que nos atrapa en esa sensación de reconocimiento, de espejo del alma, de unidad cósmica que nos hermana por encima de cualquier otra cuestión. Y no queda ahí, al nivel de conocimiento personal, el contenido del texto. “Andares” también alza la voz ante la injusticia, los cultivos transgénicos que cubren la tierra, el expolio, las desapariciones forzadas, los feminicidios, la homofobia, todo de una manera directa, sencilla pero contundente. Dicho con la claridad de la legitimidad que les da una autoridad moral que también ve aquello que hacen mal, como aceptar un subsidio para permanecer siempre en la pobreza, gobernados por políticos cuya única virtud parece ser la belleza física, políticos que insisten en mantener a todo el mundo separado, a pesar de que somos todos iguales.
La alegría y el dolor de una muxe criada por una abuela convertida en madre, otro reflejo de la sociedad mexicana, de los niños abandonados criados por familiares. La fascinante existencia de este tercer género en la zona del Istmo de Tehuantepec, cargada de poesía y de amargura, por los derechos que no se pueden conquistar por la condición de muxe, que enlazan con los derechos de los que carecen homosexuales, transgénero o cualquier colectivo al que, por no entenderlo, preferimos estigmatizar.
El de “Andares” es un lenguaje revolucionario y subversivo de puro sencillo, igualdad entre todos los hombres y mujeres de la tierra, igualdad, todos somos iguales, sangramos por lo mismo, tenemos hambre, frío, miedo, pensamos en nuestro futuro, en la felicidad, en el amor, recordamos nuestro pasado y amamos nuestras raíces. Iguales, todos hijos del maíz, todos cazando un venado azul, persiguiendo una felicidad esquiva, encontrando puertas para conectar nuestros mundos, hiriéndonos unos a otros en esa búsqueda febril.
Un trabajo, en definitiva, documentado, fascinante, lleno de la plasticidad única del colorido lenguaje de los pueblos originarios, una excusa perfecta para conocer México y conocernos a nosotros mismos, una dramaturgia impecable e interpretaciones extraordinarias al servicio de una moraleja que nos llena de esperanza.
![[Img #71818]](http://el7set.es/upload/images/04_2019/2076__sam4748.jpg)
“Andares” es un viaje iniciático, como el que llevó a su autor y director, Héctor Flores Komatsu, a lo largo de años a conocer algunos de los numerosos pueblos originarios que existen en todo México, un periplo que le llevó a una catarsis como mestizo y como artista. Pero lo que vemos en “Andares” no es una obra de teatro sobre la visión, a través del tamiz de la mirada externa del visitante puntual, del ajeno que entra en conocimiento de una realidad palpable, real, aunque siempre ajena y olvidada.
El texto, de una hermosura devastadora, forma un coro en el que la suma constante de voces que inicialmente imaginaríamos diferentes teje un tapiz multicultural que confluye en una armonía en la suma del todo que resuena a lo largo de toda la obra. No son ventanas por las que nos asomamos al momento íntimo narrado con enorme capacidad por los actores que forman el elenco, son plataformas desde las que se proyectan las realidades de esos pueblos originarios, sus formas de vida, costumbres, creencias y miedos. Es una misma sangre hablando con distintas voces, ahora huichol, después maya, zapoteco, rarámuri, mestizo.
Es una fábula de simple belleza narrada con una dirección magistral que, de forma natural, fluye desde la riqueza que representa la variedad de pueblos que salpican la geografía mexicana, haciendo hincapié en los elementos diferenciadores, únicos, propios, de cada pueblo para, sin darnos cuenta, caer en la cuenta de que esa pretendida diferencia es un elemento único de hermandad universal, de un lenguaje común que, por diferentes, nos hace a todos iguales. Es un canto a la multiculturalidad, a la riqueza de la herencia, en tiempos en los que la diferencia es empleada siempre para enfrentar, para poner a unos sobre otros, para excluir.
El mensaje es de tal calado y tan poderoso que no se necesita ser un antropólogo o un científico conocedor de todas las culturas de América para captar la magnitud de la propuesta. El dramaturgo nos muestra las visiones crudas, sin intermediarios, sin pasarlas por el pulido de una pretendida sofisticación intelectual. Como él mismo reconoce, la obra pretende que “una madre maya, ama de casa, que nunca ha visto teatro en su vida pudiera conectar con lo que estuviéramos compartiendo”.
Pero eso no es fruto de la casualidad, ni de una coyuntura afortunada, el trabajo que trasciende a la deliciosa sencillez de la propuesta, que hunde sus raíces profundamente en la tradición oral de los pueblos originarios y enlaza con la narración de las historias de toda la humanidad, se ha puesto a prueba de pueblo en pueblo, de comunidad en comunidad, hablando de tú a tú al espectador, que conoce y se reconoce en la propuesta.
De ese fortalecimiento nace la propuesta de presentarla en diferentes foros de todo México, y desde ellos, a modo de lanzaderas, alcanzar comunidades originarias de la zona para representarla en la plaza del pueblo, en una casa, “compartirla con los pueblos originarios” para tender lazos de hermandad, entendimiento, “porque tenemos muchísimo en común y al mismo tiempo, aprendemos a apreciar al otro y a reconocernos en el otro”. “No queremos ser representantes de la cultura mexicana. Queremos compartir aquellas formas de ver el mundo que no se les da el espacio, la voz, en los medios convencionales”.
“Andares” muestra un camino lleno de historias, guiado a través de la música interpretada en directo, que sirve de hilo conductor de las historias, aportándoles ambientación, atmósferas y ritmo.
En la propuesta conocemos las etnias que componen el mosaico de los pueblos originarios en México, sus visiones sobre la creación de los hombres, los hombres de barro sin capacidad de pensar, los hombres de madera sin corazón, y el eternamente esperado hombre hijo del maíz, con pensamiento y corazón, pero al que los dioses boicotean eternamente para que no se llegue a equiparar con su grandeza.
Pero ese hombre o mujer del maíz ya se encuentran entre nosotros, aunque no les hemos prestado atención, porque andábamos ocupados robando sus tierras, destruyendo sus pueblos, olvidándolos. Se han puesto una máscara y han salido a los caminos a contarnos su historia, para que los conozcamos. En su viaje, Héctor Flores Komatsu se ha encontrado con los pueblos originarios, pero también ha descubierto a gigantescos actores como Josué Maychi, Alexis Orozco, Lupe de la Cruz o
Kaleb Oseguera.
Las historias entrelazadas, desde un nivel profundo al superficial, generan una ola de empatía que nos conecta inmediatamente con los actores y con la narración, que nos atrapa en esa sensación de reconocimiento, de espejo del alma, de unidad cósmica que nos hermana por encima de cualquier otra cuestión. Y no queda ahí, al nivel de conocimiento personal, el contenido del texto. “Andares” también alza la voz ante la injusticia, los cultivos transgénicos que cubren la tierra, el expolio, las desapariciones forzadas, los feminicidios, la homofobia, todo de una manera directa, sencilla pero contundente. Dicho con la claridad de la legitimidad que les da una autoridad moral que también ve aquello que hacen mal, como aceptar un subsidio para permanecer siempre en la pobreza, gobernados por políticos cuya única virtud parece ser la belleza física, políticos que insisten en mantener a todo el mundo separado, a pesar de que somos todos iguales.
La alegría y el dolor de una muxe criada por una abuela convertida en madre, otro reflejo de la sociedad mexicana, de los niños abandonados criados por familiares. La fascinante existencia de este tercer género en la zona del Istmo de Tehuantepec, cargada de poesía y de amargura, por los derechos que no se pueden conquistar por la condición de muxe, que enlazan con los derechos de los que carecen homosexuales, transgénero o cualquier colectivo al que, por no entenderlo, preferimos estigmatizar.
El de “Andares” es un lenguaje revolucionario y subversivo de puro sencillo, igualdad entre todos los hombres y mujeres de la tierra, igualdad, todos somos iguales, sangramos por lo mismo, tenemos hambre, frío, miedo, pensamos en nuestro futuro, en la felicidad, en el amor, recordamos nuestro pasado y amamos nuestras raíces. Iguales, todos hijos del maíz, todos cazando un venado azul, persiguiendo una felicidad esquiva, encontrando puertas para conectar nuestros mundos, hiriéndonos unos a otros en esa búsqueda febril.
Un trabajo, en definitiva, documentado, fascinante, lleno de la plasticidad única del colorido lenguaje de los pueblos originarios, una excusa perfecta para conocer México y conocernos a nosotros mismos, una dramaturgia impecable e interpretaciones extraordinarias al servicio de una moraleja que nos llena de esperanza.