Opinión
Ecofeminismo, porque otro mundo sí es posible
Hace algún tiempo leí un libro de Alicia H. Puleo que me atrapó y ha inspirado este artículo. En su ensayo “Ecofeminismo para otro mundo posible” (2011), Puleo reta la lógica patriarcal desde un paradigma feminista y ecológico. La noche del próximo viernes 20.09. saldremos todas las mujeres y hombres feministas a calle para reivindicar la igualdad y luchar contra la violencia de género; el siguiente viernes 27.09. nos manifestaremos de nuevo por el clima. ¡Qué mejor ocasión para hablar de ecofeminismo!
En principio, feminismo y ecología son dos conceptos aparentemente alejados que se unen en el término ecofeminismo para establecer una relación entre la crisis ecológica y el desequilibrio de poder existente entre hombres y mujeres. La francesa Françoise D’Eaubonne desarrolló esta idea rompedora en 1974, la cual encontraría pronto seguidores en Estados Unidos, Australia y Europa. En Alemania, la feminista y pacifista Petra Kelly adoptó el pensamiento ecofeminista de D’Eaubonne e instó a las mujeres a no imitar los valores jerárquicos masculinos, alentándolas a buscar en la propia experiencia de cuidar de otros seres “no un poder sobre los otros, sino un poder con los otros, un poder compartido” (Kelly, 1997:29). En 1979 esta convencida activista y ecofeminista participó en la fundación del partido verde alemán (Die Grünen). Hoy Los Verdes ya son la segunda fuerza política en Alemania, gracias a su fuerte compromiso por el cuidado y protección del medio ambiente frente a la inminente crisis climática.
Si bien coexisten diferentes corrientes ecofeministas en todo el mundo, todas ellas beben de la misma fuente común, la ética del cuidado. Se trata, por tanto, de revalorizar todas aquellas virtudes, valores y habilidades que tienen que ver con la empatía, la compasión, la atención, el respeto y cuidado del otro. Hablamos de una ética humanista que, sin embargo, abandona el antropocentrismo, reivindica el feminismo y lo femenino frente al androcentrismo y avanza hacia una moral incluyente en la que no sólo tienen cabida los humanos, sino todos los seres vivos.
Frente a esta ética del cuidado, fundamentada en valores eminentemente femeninos, aquellos que han sido tradicionalmente atributo de las mujeres y, por esa razón, infravalorados por el patriarcado, se encuentra la razón instrumental y la Lógica del Dominio. Esta racionalidad desnuda, deshumanizada y desvegetada, libre de cualquier reflexión sobre el sentimiento y el sentido de nuestra existencia en el mundo, cuya única finalidad es el cálculo de objetivos técnicos, científicos y económicos, es la responsable de la destrucción de nuestro entorno natural y social. Según los pensadores de la Escuela de Frankfurt, Adorno y Horkheimer, se trata de una racionalidad que ha perdido su poder emancipatorio, porque se rige únicamente por criterios económicos y de eficacia, por ser una razón totalmente ajena a cualquier consideración ética y haber abandonado los principios ilustrados.
Siguiendo esta idea, la filósofa australiana Val Plumwood habla de la Lógica del Dominio y de sus diferentes estadios. Así, por ejemplo, la tercera fase en el desarrollo de dicha lógica sería la fase de la racionalidad egoísta, que busca la utilidad de la Naturaleza y reduce al Otro al estatus de mera cosa o mercancía. El último estadio consistiría en “devorar al Otro” y es en la fase en la que nos encontraríamos actualmente. Se hace así realidad el sueño cartesiano del dominio absoluto sobre la Naturaleza, y recordemos que las mujeres y la feminidad fueron siempre identificadas con la Naturaleza, mientras que lo masculino se asociaba a la razón y la cultura. La jerarquización de esta dualidad opuesta, razón-naturaleza, constituiría la primera fase en el desarrollo de la Lógica del Dominio según Plumwood.
Así, bajo el dominio de esta lógica perversa, experimentamos día tras día cómo espacios verdes, ricos en biodiversidad e indispensables para la vida como bosques y selvas tropicales, son devorados por fuegos intencionados que posibilitarán, una vez sofocados, su explotación como terreno cultivable. El modo de vida occidental, representado por la razón instrumental, basado en el consumismo y la depredación de recursos cada vez más escasos, sirve a intereses particulares y egoístas. Mientras tanto, comunidades enteras y animales se ven desplazados de sus hábitats, abocados a desaparecer o vivir en la miseria. En la lógica de la dominación patriarcal, el Otro siempre pierde, porque es sólo una mercancía u objeto en propiedad. Gastamos millones de euros cada año en apagar fuegos, pero somos incapaces de prevenirlos o hacer leyes que castiguen severamente a los pirómanos por ecocidio.
De la misma manera, envenenamos con pesticidas y plásticos nuestros campos, ríos y mares, degradamos, destruimos, sometemos a los animales a terribles torturas, los mantenemos hacinados, enjaulados, encadenados, inmovilizados por la racionalidad de la industria cárnica y sus criterios de coste-beneficio. ¿Vamos a creernos ese anuncio de una marca de leche hablando del bienestar de sus vacas? No, pero percibimos que algo está cambiando en la otra parte, en la conciencia de los consumidores.
Para Descartes, los animales, igual que las mujeres, carecían de razón, por lo tanto, eran considerados seres inferiores. Nada parece haber cambiado el prejuicio si pensamos, por ejemplo, en la cantidad de mujeres asesinadas cada año por la violencia de género en nuestro país. Seguramente alguien se escandalizará si digo que, en muchos momentos de la historia, las mujeres hemos estado al mismo nivel que los animales, pero verdaderamente ha sido así. Quizás también por ello, seamos nosotras, en cuanto al número, las mayores defensoras de los animales.
Universalizar la ética del cuidado o la ética del Otro, no significa involucionar social, política o económicamente, más bien todo lo contrario. Los avances técnico-científicos deben poner el foco en el bien-estar del Otro, en un sentido amplio, holístico, y someterse al juicio de una razón crítica no instrumental.
Revalorizar y universalizar aspectos femeninos tan valiosos como la capacidad de cuidar al Otro como momento civilizatorio indispensable para la vida en sociedad, en absoluto significa que las mujeres debamos regresar al ámbito de lo privado, sino que en ningún caso debemos abandonar este valor tan necesario en un momento de emergencia feminista y climática, el cual nos insta y obliga a retar al paradigma patriarcal hegemónico. Para conseguirlo, los hombres también deberían adoptar las virtudes femeninas del cuidado, y debo reconocer que muchos ya lo han hecho.
Gloria Isabel Bosch Roig
Hace algún tiempo leí un libro de Alicia H. Puleo que me atrapó y ha inspirado este artículo. En su ensayo “Ecofeminismo para otro mundo posible” (2011), Puleo reta la lógica patriarcal desde un paradigma feminista y ecológico. La noche del próximo viernes 20.09. saldremos todas las mujeres y hombres feministas a calle para reivindicar la igualdad y luchar contra la violencia de género; el siguiente viernes 27.09. nos manifestaremos de nuevo por el clima. ¡Qué mejor ocasión para hablar de ecofeminismo!
En principio, feminismo y ecología son dos conceptos aparentemente alejados que se unen en el término ecofeminismo para establecer una relación entre la crisis ecológica y el desequilibrio de poder existente entre hombres y mujeres. La francesa Françoise D’Eaubonne desarrolló esta idea rompedora en 1974, la cual encontraría pronto seguidores en Estados Unidos, Australia y Europa. En Alemania, la feminista y pacifista Petra Kelly adoptó el pensamiento ecofeminista de D’Eaubonne e instó a las mujeres a no imitar los valores jerárquicos masculinos, alentándolas a buscar en la propia experiencia de cuidar de otros seres “no un poder sobre los otros, sino un poder con los otros, un poder compartido” (Kelly, 1997:29). En 1979 esta convencida activista y ecofeminista participó en la fundación del partido verde alemán (Die Grünen). Hoy Los Verdes ya son la segunda fuerza política en Alemania, gracias a su fuerte compromiso por el cuidado y protección del medio ambiente frente a la inminente crisis climática.
Si bien coexisten diferentes corrientes ecofeministas en todo el mundo, todas ellas beben de la misma fuente común, la ética del cuidado. Se trata, por tanto, de revalorizar todas aquellas virtudes, valores y habilidades que tienen que ver con la empatía, la compasión, la atención, el respeto y cuidado del otro. Hablamos de una ética humanista que, sin embargo, abandona el antropocentrismo, reivindica el feminismo y lo femenino frente al androcentrismo y avanza hacia una moral incluyente en la que no sólo tienen cabida los humanos, sino todos los seres vivos.
Frente a esta ética del cuidado, fundamentada en valores eminentemente femeninos, aquellos que han sido tradicionalmente atributo de las mujeres y, por esa razón, infravalorados por el patriarcado, se encuentra la razón instrumental y la Lógica del Dominio. Esta racionalidad desnuda, deshumanizada y desvegetada, libre de cualquier reflexión sobre el sentimiento y el sentido de nuestra existencia en el mundo, cuya única finalidad es el cálculo de objetivos técnicos, científicos y económicos, es la responsable de la destrucción de nuestro entorno natural y social. Según los pensadores de la Escuela de Frankfurt, Adorno y Horkheimer, se trata de una racionalidad que ha perdido su poder emancipatorio, porque se rige únicamente por criterios económicos y de eficacia, por ser una razón totalmente ajena a cualquier consideración ética y haber abandonado los principios ilustrados.
Siguiendo esta idea, la filósofa australiana Val Plumwood habla de la Lógica del Dominio y de sus diferentes estadios. Así, por ejemplo, la tercera fase en el desarrollo de dicha lógica sería la fase de la racionalidad egoísta, que busca la utilidad de la Naturaleza y reduce al Otro al estatus de mera cosa o mercancía. El último estadio consistiría en “devorar al Otro” y es en la fase en la que nos encontraríamos actualmente. Se hace así realidad el sueño cartesiano del dominio absoluto sobre la Naturaleza, y recordemos que las mujeres y la feminidad fueron siempre identificadas con la Naturaleza, mientras que lo masculino se asociaba a la razón y la cultura. La jerarquización de esta dualidad opuesta, razón-naturaleza, constituiría la primera fase en el desarrollo de la Lógica del Dominio según Plumwood.
Así, bajo el dominio de esta lógica perversa, experimentamos día tras día cómo espacios verdes, ricos en biodiversidad e indispensables para la vida como bosques y selvas tropicales, son devorados por fuegos intencionados que posibilitarán, una vez sofocados, su explotación como terreno cultivable. El modo de vida occidental, representado por la razón instrumental, basado en el consumismo y la depredación de recursos cada vez más escasos, sirve a intereses particulares y egoístas. Mientras tanto, comunidades enteras y animales se ven desplazados de sus hábitats, abocados a desaparecer o vivir en la miseria. En la lógica de la dominación patriarcal, el Otro siempre pierde, porque es sólo una mercancía u objeto en propiedad. Gastamos millones de euros cada año en apagar fuegos, pero somos incapaces de prevenirlos o hacer leyes que castiguen severamente a los pirómanos por ecocidio.
De la misma manera, envenenamos con pesticidas y plásticos nuestros campos, ríos y mares, degradamos, destruimos, sometemos a los animales a terribles torturas, los mantenemos hacinados, enjaulados, encadenados, inmovilizados por la racionalidad de la industria cárnica y sus criterios de coste-beneficio. ¿Vamos a creernos ese anuncio de una marca de leche hablando del bienestar de sus vacas? No, pero percibimos que algo está cambiando en la otra parte, en la conciencia de los consumidores.
Para Descartes, los animales, igual que las mujeres, carecían de razón, por lo tanto, eran considerados seres inferiores. Nada parece haber cambiado el prejuicio si pensamos, por ejemplo, en la cantidad de mujeres asesinadas cada año por la violencia de género en nuestro país. Seguramente alguien se escandalizará si digo que, en muchos momentos de la historia, las mujeres hemos estado al mismo nivel que los animales, pero verdaderamente ha sido así. Quizás también por ello, seamos nosotras, en cuanto al número, las mayores defensoras de los animales.
Universalizar la ética del cuidado o la ética del Otro, no significa involucionar social, política o económicamente, más bien todo lo contrario. Los avances técnico-científicos deben poner el foco en el bien-estar del Otro, en un sentido amplio, holístico, y someterse al juicio de una razón crítica no instrumental.
Revalorizar y universalizar aspectos femeninos tan valiosos como la capacidad de cuidar al Otro como momento civilizatorio indispensable para la vida en sociedad, en absoluto significa que las mujeres debamos regresar al ámbito de lo privado, sino que en ningún caso debemos abandonar este valor tan necesario en un momento de emergencia feminista y climática, el cual nos insta y obliga a retar al paradigma patriarcal hegemónico. Para conseguirlo, los hombres también deberían adoptar las virtudes femeninas del cuidado, y debo reconocer que muchos ya lo han hecho.
Gloria Isabel Bosch Roig




















