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Viernes, 11 de Octubre de 2019
Teatro

Vuelve “La fe de los cerdos” a Teatro Bárbaro, vuelve Teatro Bárbaro a “La fe de los cerdos”

La compañía ofrece una temporada de la obra de Hugo Wirth con el elenco original

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Teatro Bárbaro, como compañía y como proyecto, ya existía antes de “La fe de los cerdos”, pero la puesta en escena de este texto de Hugo Wirth, o mejor dicho, la interpretación de Luis Bizarro de la obra, de los mimbres maravillosamente sórdidos que le ofrece la dramaturgia, significaron el particular Rubicón de la compañía teatral chihuahuense para crear un estilo y un lenguaje propio.

 

El teatro sin riesgo es una fotonovela en movimiento. El riesgo es una constante en el trabajo de Teatro Bárbaro y con “La fe de los cerdos” realizaron en su día un triple mortal hacia atrás sin red que pudo llevarlos al desastre o al futuro. Un verdadero salto de fe para una joven compañía, que estructura sus trabajos sobre andamiajes de emociones y confianza ciega en su director, que presiona, convence, orienta, estruja a sus actores para llevarlos al límite, al filo mismo de la navaja, exponiéndolos al desastre en cada montaje, solo para convencer a un creyente de que, a mitad del salto más horroroso, se puede encontrar la fe para volar.

 

“La fe de los cerdos”, en la versión de Teatro Bárbaro, ha reposado el ambiente opresivo, inquietante con el que se parió en la Sala Subterráneo, allá en la prehistoria de la compañía, en la que el olor, la temperatura, los sonidos y la incómoda proximidad con la escena suponían un actor más en el elenco.

 

Ese ambiente sórdido, pútrido, obsceno, que nos seduce y horroriza al mismo tiempo, ha quedado impregnado en los actores y actrices, que lo llevan consigo allá donde la representen, como se ha podido comprobar en esta nueva temporada en el Foro Cultural Independiente Teatro Bárbaro, donde se recupera esta obra con el elenco original, Rogelio Quintana, Rosa Peña, Yaundé Santana, Alejandro Navarrete Fátima Íseck,  Miguel Serna y el debut de Valeria Chaparro,  para reconstruir la magia que creó el estilo de Los Bárbaros y su personalidad propia, convenciéndonos que el paso del tiempo no afecta al trabajo bien hecho.

 

Hablábamos del trabajo que el director Luis Bizarro realiza con sus actores para modelar sus interpretaciones como arcilla, lo que logra con especial solvencia, pero también cabe destacar la capacidad de retorcer, estirar, reinterpretar o aportar en los textos originales para introducir esa identidad singular de Teatro Bárbaro, con imaginativas soluciones, personajes que aparecen, se desdoblan o surgen de la nada, para apoyar la estructura compleja de una particular concepción del teatro y del arte que los hace únicos.

 

“La fe de los cerdos” es un ejercicio de voyeurismo incómodo que excita sensaciones enterradas y nos muestra, de manera cruda, nuestra peor versión sin dejarnos pestañear siquiera. La obra se aferra al cuello del espectador, sofocándolo, para que reconozca que esa otra realidad existe y es más real, si cabe, que la ficción posmoderna idealizada que le venden en Instagram.

 

Son personajes al límite, los buenos y los malos no existen, en la mierda todos nos convertimos en supervivientes, sin importar a qué precio. La experiencia de vivir “La fe de los cerdos” a un metro de los actores, de llenar las fosas nasales de olor a inmundicia y miedo, salir del teatro con los zapatos llenos de salpicaduras de sangre, es una sensación extrema, como Teatro Bárbaro, pero vale la pena repetirla una y mil veces.

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