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Josep Maria Pañella
Miércoles, 15 de Abril de 2020
Opinión

¿Estamos en guerra?

El domingo de pascua estaba siguiendo la comparecencia del Presidente Ximo Puig que daba explicaciones sobre la situación de la pandemia del coronavirus al País Valenciano, cuando se interrumpió la emisión para pasar a retransmitir otra comparecencia, la de Pedro Sánchez.  Inmediatamente, a pesar de que los dos hablaban de lo mismo, encontré una gran diferencia; Ximo Puig estaba hablando con toda la naturalidad contestando las preguntas que los periodistas le hacían, mientras que Sánchez no dejaba de hablar de guerra, era la palabra más repetida. Cómo era por radio no veía si volvía a estar acompañado por militares de alta graduación con el  pecho lleno de medallas, pero esa insistencia en hablar de guerra, de batallas, y enfrentamiento me hizo pensar. ¿De verdad estamos en guerra? ¿Alguien lo piensa? Todos sabemos que lo que estamos haciendo es afrontar una pandemia y esto no es una guerra. Entonces, ¿por qué utiliza Sánchez ese vocabulario bélico?

¿Será que quiere decir que necesita implantar una economía de guerra? Para saberlo busqué   información sobre qué es esto de la economía de guerra.

Pare ser que en una economía de guerra se toman medidas dirigidas a favorecer el autoconsumo. Se reorienta la industria y la agricultura a asegurar los productos que nos  son necesarios; tanto es así que se modifican los presupuestos para asignar más recursos a la agricultura y la industria,  la política monetaria se dirige prioritariamente a controlar la inflación, también se procura reducir el consumo, si es preciso, llegando al racionamiento, además, frecuentemente se crean nuevos impuestos para conseguir una mayor liquidez para hacer frente a los gastos extraordinarios de la guerra.

De momento no hemos visto ninguna medida que afecte a la producción agraria y, si alguna industria se ha reorientado, ha sido motivada por la misma ley de mercado; la falta de demanda de sus productos coincidía con la carencia de mascarillas, desinfectantes, respiradores y demás material sanitario imperiosamente necesario.

La reducción del consumo, si ha habido, será más consecuencia del encierro en nuestras casas que de ninguna orientación política derivada de las necesidades existentes.

Tampoco hemos visto que se hayan creado nuevos impuestos ni incrementado los existentes, es más, se ha hecho lo contrario, aplazar su pago. Y para acabar, la única  política monetaria posible para el gobierno estatal es la del euro, o sea la europea; el estado no tiene política monetaria propia, porque la cedimos a la Unión Europea al entrar en el sistema del euro.

Por lo tanto si no estamos en una economía de guerra me sigo preguntando porque se utiliza esa terminología de manera constante en los discursos de Sánchez. Y no solo él, he encontrado frecuentes artículos en la prensa que también emplean esas expresiones, precisamente es en lo que dicen los artículos de los “opinadores” profesionales donde se encuentran algunas pistas.

He encontrado voces desde la derecha que, a las características citadas anteriormente, añaden la de la hipercentralitzación y la de sacrificar la sostenibilidad a largo plazo para incrementar la capacidad de reacción. Estas dos afirmaciones ya manifiestan claramente la voluntad de aprovechar la situación de crisis para ir a un estado más centralizado y también abandonar los criterios de sostenibilidad. Claro si estamos en guerra lo que hace falta es ganarla sea cual sea el coste.

Donde nos quieren llevar con esa situación de “guerra” imaginaria. Lo primero es convencernos de que el coronavirus no solo es una situación de emergencia, para la cual el estado está perfectamente preparado para hacerle frente,  sino que interesa más dar la imagen de que es una situación de guerra y en  la guerra no se cuestionan los sacrificios. Es reveladora la frase de Naomí Klein en referencia a situaciones similares “...en momentos de crisis, la población está dispuesta a ceder un poder inmenso a aquel que afirma disponer de la curación mágica... Y la curación mágica llevará con toda seguridad sacrificio y privaciones para las clases media y baja, y beneficios asegurados por el estado para la clase económica más poderosa. Esto es lo que pasa en la guerra.

Y por aquí van los tiros, sino miramos las medidas que el FMI propone por España: 

Respecto al trabajo pide flexibilidad y que continúe vigente la reforma laboral de Rajoy, cosa que ya le irá bien a Sánchez para no cumplir el punto del pacto con Iglesias que pedía la abolición de esta reforma. ¿Tiene Iglesias los días contados dentro del gobierno de Sánchez?

Pide también el FMI medidas fiscales para reducir el déficit, está claro que  serán necesarias, pero qué medidas propone: subir el IVA reducido y las tasas al consumo, o sea subir los impuestos indirectos, los que afectan igual a pobres y ricos, ni se los ha ocurrido plantear unos impuestos directos y progresivos que redistribuyan la riqueza, esto no forma parte de la economía de guerra. Pero ya se sabe que en la guerra son los pobres soldados quién mueren en el  frente, los que ganan son los que se quedan en la retaguardia.

También piden el alargamiento de la vida laboral y la contención de las pensiones, proponiendo  que se recorten las prestaciones iniciales tanto en cuanto se alargue  la vida. Supongo que la finalidad es que no se alargue demasiado, si eras viejo y tienes salud, la solución será matarte de hambre. No quieren ver que, aunque vivimos más, en nuestra vida laboral hemos originado unos beneficios muchos mayores que nuestros padres o abuelos, y que con sus menores aportaciones sí que se podían jubilar al 65 años.

Y, cómo no, aparece la banca; para asegurarnos la subsistencia aconseja  hacer planes de ahorro suplementarios, o sea planes de pensiones privados. Proponen que además de pagar impuestos, nos tendremos que pagar, además,  una jubilación privada.

Ah, y si no era suficiente, dice que mejor que un salario mínimo tendríamos que proponer crédito fiscales, que entiendo que serian cantidades que  podríamos desgravar en la declaración de renta si no llegábamos a los ingresos mínimos establecidos. La empresa quedaría libre para pagar una miseria y si era demasiado poco, entonces sería el estado quién nos lo compensaría.

No estoy intentando adivinar el futuro. Yo simplemente pongo sobre la mesa, situaciones que son reales y que hay que relacionar y prevenir. Todo lo que está pasando nos recuerda mucho la Doctrina del Shock, expuesta por Naomi Klein. Se propone aprovechar el shock (guerra) del COVID-19, para ir disminuyendo todavía más el Estado del Bienestar. ¿Quizás esos nuevos Pactos de la Moncloa, están propuestos para marcar el camino? El tiempo nos lo dirá.

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