Castellón
Gabriel Albiac presentó “La sinagoga vacía” en el Salón de actos de la Fundación Caja Castellón
‘La Sinagoga Vacía’, título del ensayo homónimo, que obtuvo gran reconocimiento a nivel internacional es un estudio contundente, riguroso y profundo sobre uno de los aspectos de nuestra historia más desconocidos: el judaísmo, los judíos españoles y su influencia, tanto interna como externa, como base social de la actualidad, así como de las razones intelectuales y las circunstancias históricas de la expulsión de la comunidad sefardita española.
Gabriel Albiac, profundo conocedor de la cultura judía considera que el desarrollo del judaísmo, de los judíos españoles y su repercusión ha sido y es un tema con gran ausencia de información, puesto que algunos rasgos fundamentales han llegado a estar en paradero desconocido durante años. Ésta es una de las razones por las cuales ha decidido documentar mejor al lector, dando especial relevancia a la filosofía. Hoy viene a Castellón, precisamente ahora que se reedita este libro capital de Gabriel Albiac “La sinagoga vacía, el estudio de las fuentes marranas del spinozismo" que le valió el Premio Nacional de Ensayo, la culminación de un gran trabajo de erudición.
La monumental obra de Albiac nos sitúa frente a la aporía en la cual nos encierra el pensamiento de Espinosa: callar o fingir. Callar, pues decir no es más que reproducir o seguir el orden necesario de las cosas, sin posibilidad de infringirlo. Fingir, pues decir no es más que evitar el reto de afrontar la inutilidad de lo que se dice. De ese callejón sin salida sólo se sale mintiéndose, ese modo imperecedero con que los humanos acostumbran a sobrevivir, o sabiendo que se habla acerca de la imposibilidad de hablar y sin pretensión alguna de ser escuchado.
Gabriel Albiac afirma que su vida comienza realmente a sus 17 años en Madrid, cuando inicia sus estudios en la Universidad Complutense. Desde ahí empieza para él una época fascinante e inimaginable, y considera la influencia de la literatura definitiva en su vida “Creo que mi vicio por la literatura es común a la gente de mi edad: la lectura desde muy niños fue nuestro modo de escapar de un mundo aburridísimo. Teníamos dos vías: el cine y la literatura. Mis lecturas iniciales, más bien, vinieron por el lado de los clásicos. Sé que a la gente le resulta pedante, pero no lo es en absoluto: para los de mi edad era muy normal empezar leyendo a Homero antes de los 10 años. Leer buena parte de los clásicos de la literatura castellana siendo un crío.”
El paso a la filosofía tiene pues cierta lógica en su opinión ya que “la filosofía es una variedad de escritura para ser exactos. Y eso creo que cualquiera que haya leído a Platón lo sabe perfectamente”. Aunque “la filosofía para la gente de mi edad en los 70 estaba en una situación muy penosa. No digo que esté mucho mejor ahora. Había, por un lado, el mundo académico que era penoso, con todas la objeciones que se quieran, y después había una añoranza orteguiana que a la gente mayor que yo a lo mejor le producía un cierto interés… pero era un pensamiento muy blando, muy poco consistente, que me quedaba tan lejos como la escolástica. Esto tuvo un corte importante y muy grande: todos nos tuvimos que formar en otra lengua, la que fuera, y de preferencia, marcharnos fuera.”
Afirma que “La política no me interesa lo más mínimo y juzgo que el primer deber moral del ciudadano es la autodefensa ciudadana frente a la potestad monstruosa y faraónica de lo político en las sociedades contemporáneas. En ese sentido, ni me parece que se pueda entender gran cosa de lo que escribo pensando que está escrito desde posiciones ácratas o izquierdistas, ni por el contrario pensando que está escrito desde posiciones derechistas. Lo que he tratado de hacer siempre, otra cosa es que lo haya hecho bien o mal, es tratar de fijar las determinaciones que rigen el discurso político”.
Inevitable abordar la situación de Israel, de la que afirma que “Yo no le tengo más cariño a Israel del que le pueda tener a Gran Bretaña, a Suiza o a Francia. A un Estado no se le puede tener cariño. Lo que sí considero que es un dato objetivo es que con mis posiciones teóricas, ideológicas y culturales el único sitio en el que no acabaría en el disparadero en Oriente Próximo es Israel. Vamos a ser serios: el único país con garantías constitucionales, con un sistema legal, de todo el cercano Oriente es Israel. Todo lo demás son distintas variedades de despotismo que pueden ir de un despotismo religioso a uno militar”.
‘La Sinagoga Vacía’, título del ensayo homónimo, que obtuvo gran reconocimiento a nivel internacional es un estudio contundente, riguroso y profundo sobre uno de los aspectos de nuestra historia más desconocidos: el judaísmo, los judíos españoles y su influencia, tanto interna como externa, como base social de la actualidad, así como de las razones intelectuales y las circunstancias históricas de la expulsión de la comunidad sefardita española.
Gabriel Albiac, profundo conocedor de la cultura judía considera que el desarrollo del judaísmo, de los judíos españoles y su repercusión ha sido y es un tema con gran ausencia de información, puesto que algunos rasgos fundamentales han llegado a estar en paradero desconocido durante años. Ésta es una de las razones por las cuales ha decidido documentar mejor al lector, dando especial relevancia a la filosofía. Hoy viene a Castellón, precisamente ahora que se reedita este libro capital de Gabriel Albiac “La sinagoga vacía, el estudio de las fuentes marranas del spinozismo" que le valió el Premio Nacional de Ensayo, la culminación de un gran trabajo de erudición.
La monumental obra de Albiac nos sitúa frente a la aporía en la cual nos encierra el pensamiento de Espinosa: callar o fingir. Callar, pues decir no es más que reproducir o seguir el orden necesario de las cosas, sin posibilidad de infringirlo. Fingir, pues decir no es más que evitar el reto de afrontar la inutilidad de lo que se dice. De ese callejón sin salida sólo se sale mintiéndose, ese modo imperecedero con que los humanos acostumbran a sobrevivir, o sabiendo que se habla acerca de la imposibilidad de hablar y sin pretensión alguna de ser escuchado.
Gabriel Albiac afirma que su vida comienza realmente a sus 17 años en Madrid, cuando inicia sus estudios en la Universidad Complutense. Desde ahí empieza para él una época fascinante e inimaginable, y considera la influencia de la literatura definitiva en su vida “Creo que mi vicio por la literatura es común a la gente de mi edad: la lectura desde muy niños fue nuestro modo de escapar de un mundo aburridísimo. Teníamos dos vías: el cine y la literatura. Mis lecturas iniciales, más bien, vinieron por el lado de los clásicos. Sé que a la gente le resulta pedante, pero no lo es en absoluto: para los de mi edad era muy normal empezar leyendo a Homero antes de los 10 años. Leer buena parte de los clásicos de la literatura castellana siendo un crío.”
El paso a la filosofía tiene pues cierta lógica en su opinión ya que “la filosofía es una variedad de escritura para ser exactos. Y eso creo que cualquiera que haya leído a Platón lo sabe perfectamente”. Aunque “la filosofía para la gente de mi edad en los 70 estaba en una situación muy penosa. No digo que esté mucho mejor ahora. Había, por un lado, el mundo académico que era penoso, con todas la objeciones que se quieran, y después había una añoranza orteguiana que a la gente mayor que yo a lo mejor le producía un cierto interés… pero era un pensamiento muy blando, muy poco consistente, que me quedaba tan lejos como la escolástica. Esto tuvo un corte importante y muy grande: todos nos tuvimos que formar en otra lengua, la que fuera, y de preferencia, marcharnos fuera.”
Afirma que “La política no me interesa lo más mínimo y juzgo que el primer deber moral del ciudadano es la autodefensa ciudadana frente a la potestad monstruosa y faraónica de lo político en las sociedades contemporáneas. En ese sentido, ni me parece que se pueda entender gran cosa de lo que escribo pensando que está escrito desde posiciones ácratas o izquierdistas, ni por el contrario pensando que está escrito desde posiciones derechistas. Lo que he tratado de hacer siempre, otra cosa es que lo haya hecho bien o mal, es tratar de fijar las determinaciones que rigen el discurso político”.
Inevitable abordar la situación de Israel, de la que afirma que “Yo no le tengo más cariño a Israel del que le pueda tener a Gran Bretaña, a Suiza o a Francia. A un Estado no se le puede tener cariño. Lo que sí considero que es un dato objetivo es que con mis posiciones teóricas, ideológicas y culturales el único sitio en el que no acabaría en el disparadero en Oriente Próximo es Israel. Vamos a ser serios: el único país con garantías constitucionales, con un sistema legal, de todo el cercano Oriente es Israel. Todo lo demás son distintas variedades de despotismo que pueden ir de un despotismo religioso a uno militar”.














