Luis Alberto de Cuenca en la Fundación Caja Castellón
Hay que dar una base, una herramienta para que la gente pueda saber si le interesa o no la cultura
Hay pocos poetas que tengan un público tan amplio como Luis Alberto de Cuenca que hace que su poesía reine en los anaqueles de las librerías. El poeta madrileño ha sido y es todo lo que un hombre de letras puede desear; filólogo clásico, Profesor de Investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, ensayista y traductor además de Director de la Biblioteca Nacional, Secretario de Estado de Cultura y Académico de la Real de Historia. De todo ello ha venido hoy a hablar en el ciclo de charlas-coloquio “Condición Literal” de la Fundación Caja Castellón en el edificio Hucha de la capital de la Plana.
El autor, que confiesa una “adicción absoluta” a los libros afirma que “existe es mala y buena literatura, pero alta y baja no, hay literatura divertidísima que es buena y viceversa… Jamás diferencio entre gran literatura y pequeña literatura, porque no entiendo muy bien qué son esos marbetes. El único baremo, la única vara de medir, es la calidad. Y es siempre subjetiva pero, evidentemente, hay rasgos objetivos que diferencian a un Shakespeare, por ejemplo, del último escritor que se ha presentado a un premio de barrio”. Lo que sí que existe es “un estado de cosas en el que se relativizan los valores culturales y una corrección política que hace que el último escritor de una minoría étnica de Ghana sea comparado con Shakespeare” Porque, “el hecho de ser popular no rebaja la calidad editorial, ahí está Pérez-Reverte. Hay literatura popular absolutamente maravillosa”. Lo que hay, en definitiva, es “un derecho a la cultura y un derecho al entretenimiento”.
“El papel de la cultura es fundamental”, recuerda. En una crisis como la actual “se recorta, obviamente, lo que no sea de comer. Pero creo que muchas empresas y administraciones no dejan de lado la poesía porque tiene prestigio. No son tiempos tan malos para la lírica. O lo han sido todos o en todos se ha podido cultivar con una cierta normalidad. Es verdad que la lírica no está ligada al tema crematístico. La novela sí puede dar dinero, pero la poesía está al margen de los circuitos económicos. Quizás por eso tenga un prestigio que no le pueden quitar. La poesía se escribe porque realmente se necesita escribir”.
“Ahora bien –añade- es difícil que llegue a todo el mundo en las mismas circunstancias. Lo que es absurdo en esta sociedad de la political correctness es pensar que todo el mundo tiene que acceder a lo mismo. No tiene sentido porque los seres humanos no somos iguales, y nuestra manera de acceder a la cultura es diferente. Hemos llegado a un momento de falso igualitarismo cultural. No podemos pretender que haya un 99% de lectores de españoles que lean a Shakespeare… La clave es la educación. Hay que dar una base, una herramienta para que la gente pueda saber si le interesa o no la cultura. Unos mínimos…” Pero ahora, “hemos hecho ahora es igualar por abajo, y la gente sabe mucho menos”.
Afirmó el autor que no se considera un intelectual “Si hay una memoria de mí el día de mañana, me gustará que me recuerden como humanista y como lector”.
Hay pocos poetas que tengan un público tan amplio como Luis Alberto de Cuenca que hace que su poesía reine en los anaqueles de las librerías. El poeta madrileño ha sido y es todo lo que un hombre de letras puede desear; filólogo clásico, Profesor de Investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, ensayista y traductor además de Director de la Biblioteca Nacional, Secretario de Estado de Cultura y Académico de la Real de Historia. De todo ello ha venido hoy a hablar en el ciclo de charlas-coloquio “Condición Literal” de la Fundación Caja Castellón en el edificio Hucha de la capital de la Plana.
El autor, que confiesa una “adicción absoluta” a los libros afirma que “existe es mala y buena literatura, pero alta y baja no, hay literatura divertidísima que es buena y viceversa… Jamás diferencio entre gran literatura y pequeña literatura, porque no entiendo muy bien qué son esos marbetes. El único baremo, la única vara de medir, es la calidad. Y es siempre subjetiva pero, evidentemente, hay rasgos objetivos que diferencian a un Shakespeare, por ejemplo, del último escritor que se ha presentado a un premio de barrio”. Lo que sí que existe es “un estado de cosas en el que se relativizan los valores culturales y una corrección política que hace que el último escritor de una minoría étnica de Ghana sea comparado con Shakespeare” Porque, “el hecho de ser popular no rebaja la calidad editorial, ahí está Pérez-Reverte. Hay literatura popular absolutamente maravillosa”. Lo que hay, en definitiva, es “un derecho a la cultura y un derecho al entretenimiento”.
“El papel de la cultura es fundamental”, recuerda. En una crisis como la actual “se recorta, obviamente, lo que no sea de comer. Pero creo que muchas empresas y administraciones no dejan de lado la poesía porque tiene prestigio. No son tiempos tan malos para la lírica. O lo han sido todos o en todos se ha podido cultivar con una cierta normalidad. Es verdad que la lírica no está ligada al tema crematístico. La novela sí puede dar dinero, pero la poesía está al margen de los circuitos económicos. Quizás por eso tenga un prestigio que no le pueden quitar. La poesía se escribe porque realmente se necesita escribir”.
“Ahora bien –añade- es difícil que llegue a todo el mundo en las mismas circunstancias. Lo que es absurdo en esta sociedad de la political correctness es pensar que todo el mundo tiene que acceder a lo mismo. No tiene sentido porque los seres humanos no somos iguales, y nuestra manera de acceder a la cultura es diferente. Hemos llegado a un momento de falso igualitarismo cultural. No podemos pretender que haya un 99% de lectores de españoles que lean a Shakespeare… La clave es la educación. Hay que dar una base, una herramienta para que la gente pueda saber si le interesa o no la cultura. Unos mínimos…” Pero ahora, “hemos hecho ahora es igualar por abajo, y la gente sabe mucho menos”.
Afirmó el autor que no se considera un intelectual “Si hay una memoria de mí el día de mañana, me gustará que me recuerden como humanista y como lector”.














