Guerra de Siria
El drama humanitario de los refugiados sirios continúa
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La guerra que destruye Siria tiene su escenario final en Idlieb, una provincia situada al noroeste del país que se ha convertido en el último reducto de los rebeldes. El avance de los diferentes frentes de batalla abiertos a lo largo de los últimos siete años ha empujado hasta allí a miles de refugiados sirios que no han podido escapar del país y que buscan escapar de los combates y los bombardeos. En septiembre se acordó un alto el fuego en la zona, el pasado 24 de noviembre un nuevo ataque químico en Alepo dejó más de un centenar de heridos.
Lo que comenzó como un sueño de democracia impulsado por los vientos de la denominada Primavera árabe, que auguraban una rápida e incruenta caída del régimen de Bashar el Asad, se ha convertido en un conflicto enquistado y olvidado, en el que las grandes potencias juegan una sangrienta partida de ajedrez por la supremacía en la zona, una guerra olvidada que ha tenido como únicas víctimas a los civiles sirios, que huyen de los horrores que se viven en su país para enfrentarse a la muerte en el mar Mediterráneo, en un intento desesperado por alejarse de los combates y la destrucción que han dejado tras ellos.
Desde el inicio del conflicto en 2011, son más de 5,6 millones los ciudadanos sirios que han huido hacia países como Líbano, Jordania, Irak, Egipto y Turquía, que se suman a los 6,6 millones de desplazados internos o los cerca de 3 millones de personas atrapadas en el conflicto entre el fuego cruzado, siendo víctimas de bombardeos indiscriminados, ataques con armas químicas, detenciones arbitrarias, desapariciones forzadas, torturas, violaciones y un sinfín de vulneraciones de los más básicos derechos humanos.
Algunos combatientes utilizan el bloqueo a la ayuda humanitaria de Naciones Unidas como un arma de guerra para someter a las pocas provincias que se encuentran bajo el control de las tropas rebeldes. A pesar de las dificultades y obstáculos, se ha logrado llevar ayuda humanitaria a más de cinco millones de sirios en 2018.
Los niños son las principales víctimas de este conflicto. En su desesperada huida, más de 640 menores migrantes han muerto en el mar desde el año 2014, un drama al que puso imagen el cadáver del pequeño Aylan Kurdi, un niño sirio de tan solo tres años de edad cuyo cuerpo sin vida fue encontrado en una playa turca y que se convirtió en símbolo de la indiferencia internacional al sufrimiento que desató esta guerra.
Se calcula que la cifra de muertos desde que comenzó la guerra en Siria podría llegar al medio millón y más de un millón de personas habrían resultado heridas durante los últimos siete años. Según datos de la ONU, 7.000 niños habrían muerto, pero esa cifra de por si dolorosa podría dispararse a los 20.000.
El éxodo masivo de ciudadanos sirios ha provocado una catástrofe humanitaria, en la que las necesidades básicas de alimento y alojamiento están lejos de poder ser garantizadas, en un conflicto que se caracteriza por la continuada violación de derechos humanos, leyes, derecho humanitario y derecho internacional.
Siria se encuentra a la espera del asalto final a las posiciones rebeldes que termine con la guerra y reduzca a escombros los pocos rincones de este país que hasta la fecha escaparon de la destrucción. Si la comunidad internacional no interviene decididamente para garantizar la atención humanitaria, el legado de este conflicto será un país en ruinas, militarizado y sin ciudadanos que lo reconstruyan.
La guerra que destruye Siria tiene su escenario final en Idlieb, una provincia situada al noroeste del país que se ha convertido en el último reducto de los rebeldes. El avance de los diferentes frentes de batalla abiertos a lo largo de los últimos siete años ha empujado hasta allí a miles de refugiados sirios que no han podido escapar del país y que buscan escapar de los combates y los bombardeos. En septiembre se acordó un alto el fuego en la zona, el pasado 24 de noviembre un nuevo ataque químico en Alepo dejó más de un centenar de heridos.
Lo que comenzó como un sueño de democracia impulsado por los vientos de la denominada Primavera árabe, que auguraban una rápida e incruenta caída del régimen de Bashar el Asad, se ha convertido en un conflicto enquistado y olvidado, en el que las grandes potencias juegan una sangrienta partida de ajedrez por la supremacía en la zona, una guerra olvidada que ha tenido como únicas víctimas a los civiles sirios, que huyen de los horrores que se viven en su país para enfrentarse a la muerte en el mar Mediterráneo, en un intento desesperado por alejarse de los combates y la destrucción que han dejado tras ellos.
Desde el inicio del conflicto en 2011, son más de 5,6 millones los ciudadanos sirios que han huido hacia países como Líbano, Jordania, Irak, Egipto y Turquía, que se suman a los 6,6 millones de desplazados internos o los cerca de 3 millones de personas atrapadas en el conflicto entre el fuego cruzado, siendo víctimas de bombardeos indiscriminados, ataques con armas químicas, detenciones arbitrarias, desapariciones forzadas, torturas, violaciones y un sinfín de vulneraciones de los más básicos derechos humanos.
Algunos combatientes utilizan el bloqueo a la ayuda humanitaria de Naciones Unidas como un arma de guerra para someter a las pocas provincias que se encuentran bajo el control de las tropas rebeldes. A pesar de las dificultades y obstáculos, se ha logrado llevar ayuda humanitaria a más de cinco millones de sirios en 2018.
Los niños son las principales víctimas de este conflicto. En su desesperada huida, más de 640 menores migrantes han muerto en el mar desde el año 2014, un drama al que puso imagen el cadáver del pequeño Aylan Kurdi, un niño sirio de tan solo tres años de edad cuyo cuerpo sin vida fue encontrado en una playa turca y que se convirtió en símbolo de la indiferencia internacional al sufrimiento que desató esta guerra.
Se calcula que la cifra de muertos desde que comenzó la guerra en Siria podría llegar al medio millón y más de un millón de personas habrían resultado heridas durante los últimos siete años. Según datos de la ONU, 7.000 niños habrían muerto, pero esa cifra de por si dolorosa podría dispararse a los 20.000.
El éxodo masivo de ciudadanos sirios ha provocado una catástrofe humanitaria, en la que las necesidades básicas de alimento y alojamiento están lejos de poder ser garantizadas, en un conflicto que se caracteriza por la continuada violación de derechos humanos, leyes, derecho humanitario y derecho internacional.
Siria se encuentra a la espera del asalto final a las posiciones rebeldes que termine con la guerra y reduzca a escombros los pocos rincones de este país que hasta la fecha escaparon de la destrucción. Si la comunidad internacional no interviene decididamente para garantizar la atención humanitaria, el legado de este conflicto será un país en ruinas, militarizado y sin ciudadanos que lo reconstruyan.
