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Comunidad7
Martes, 14 de Mayo de 2019
Teatro

Gibrán Portela retrata en “Alaska” cómo los secretos que ocultamos guían nuestro destino

Nahid Rivera dirige esta obra teatral, protagonizada por David López, Christian Adriano y Sam Carrillo

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El teatro es una ceremonia mediante la que se revelan secretos a los ojos de un público, una iniciación que convierte la historia narrada en una catarsis colectiva que nos ha de cambiar, para siempre.

“Alaska”, del dramaturgo Gibrán Portela, nos habla de secretos, de cómo guardarlos bajo siete llaves para que su influencia no nos alcance. De esconderlos en una caja fuerte para mantenerlos ocultos, pero cerca de nosotros. Porque vivimos de nuestros secretos, o más bien, según nuestros secretos.

La directora del montaje, Nahid Rivera, se conecta con el texto para crear un lenguaje propio mediante el que establece un discurso paralelo entre las interpretaciones y los diálogos de los protagonistas y las proyecciones que crean los diferentes escenarios, los ambientes e incluso el porvenir, que se nos muestra de manera velada en una imagen, una sombra, en un presagio de lo que ha de venir.

 

Hablar de amar en Alaska es quizá una forma de simplificar unas emociones bastante más profundas, una discapacidad para las relaciones humanas, preñadas de sentimientos autodestructivos. Es una forma de amar disfuncional, basada en las obsesiones y las carencias, más que en el deseo o el cariño. Los personajes establecen malsanas relaciones codependientes que solo los lastiman. Pero es todo lo que tienen.

 

La relación entre Jimi (David López) y Miguel (Christian Adriano) se basa en dañar y ser dañado, en negar los sentimientos, la identidad, en fingir una indiferencia que ansía ser correspondida, mientras el otro deja que cualquiera, un desconocido, un amigo, la tripulación de un barco, disponga de él para pisotearlo, tal como cree merecer como su destino.

Almas rotas, abrazadas a sus obsesiones, soñando lo perdido, fingiendo una normalidad que no es más que otra caja fuerte en la que esconder un nuevo secreto. Jimi es abusivo y esconde su verdadero ser a plena vista, Miguel, que perdió una mano, siente que la culpa lo hace merecedor del peor de los castigos, mientras que Martina (Sam Carrillo) teme a los mosquitos y vive cubierta de repelente para insectos, como un sudario de aroma que la rodea.

La dirección ofrece un goteo de pistas que van hilvanando la historia, la intrahistoria que da sentido a los personajes. De manera brillante escapa de las trampas de la provocación fácil, del tabú del sexo homosexual, de los deseos prohibidos, para extender la proyección del alma de sus personajes más allá, hasta la propia personalidad, donde vernos reflejados en diferentes grados en la historia, por los que nos sentimos heridos, los olvidados, los resignados, los que se aferran a relaciones destructivas de todo tipo, amigos abusivos, parejas tóxicas, familias que nos arrastran al fondo de un pozo oscuro. Todas esas vidas, expresadas a través del abuso físico como una parábola del abuso sicológico, emocional, están llevadas de la mano con un ritmo magistral, empleando herramientas llenas de imaginación, dando muestras claras de haber logrado una empatía con el texto que le ha servido para amplificarlo, llevarlo más allá de la literalidad, a un universo rico de matices y de interpretaciones que superan las dificultades de un texto de esta calidad y profundidad.

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