Teatro
“Frida, Jackson y yo”, diálogos frente al abismo de la creación
![[Img #73204]](http://el7set.es/upload/images/06_2019/4585_65463547_2270377463225115_5445618077167255552_n.jpg)
“Frida, Jackson y yo” es una obra escrita por el dramaturgo, actor y director chihuahuense, Javier Cano Rodríguez, producida por Panorama Arte, bajo la dirección de Alfredo Flores que nos propone diálogos improbables entre Frida Kahlo (Priscila Quiñones) y Jackson Pollock (Oswaldo Tarres), con Joaquín (Adrián Torres), como protagonista y, a la vez, testigo de excepción.
Como la misma escenografía del montaje, “Frida, Jackson y yo” es un lienzo en blanco, entendido no como la oportunidad de crear desde cero una obra propia, sino como la ausencia de obra, el dilema del autor ante la falta de inspiración, capacidad o valor para crear.
El texto de Javier Cano nos acerca al abismo mediante chispeantes líneas de textos intercambiadas entre las presencias de Frida y Jackson, que además de enlazar con la tragedia creativa de Joaquín, nos ofrecen un recorrido por las biografías de dos artistas rompedores, controvertidos y de gran personalidad. Un sorbo cargado de sabores agridulces, con cuerpo, aromas de maderas de caballete y pintura al óleo.
En ese lienzo en blanco transcurren los años para Joaquín, enfrentado al blanco como la maldición de la ausencia creativa, pero también al vacío de una existencia que no es nada sin la obra. Quizá por eso Joaquín, desesperado, habla con Frida y Pollock.
Alfredo Flores utiliza un lenguaje cercano al cinematográfico para narrar una historia que nos enfrenta a los miedos más íntimos del artista, el bloqueo creativo, el conflicto entre la personalidad y el creador, nos asoma a un abismo profundo y oscuro, lleno de incertidumbre, en una historia que en ocasiones empatiza con el dolor del creador al no poder expresar su arte, pero que en otras lo maldice por malgastar un talento por el que otros darían la vida.
La dirección de Flores nos acerca a una historia íntima hecha jirones y mostrada impúdicamente ante el espectador. Porque hay una desnudez más allá de la del cuerpo, que trasciende la piel y el alma, y no es otra que la exhibición del alma misma que el artista lleva a cabo en el momento en que se da la creación, cuando expresa en toda su dimensión el arte que atesora. Ese momento sublime en el que lo que lleva años atesorando en su interior, manipulándolo, acrisolándolo y dándole forma con las herramientas de su oficio, sale a la luz, desprendiéndose para siempre de su creador, para cobrar vida y robarle parte de ella al artista.
Trabajar con Oswaldo Tarres, uno de los grandes actores jóvenes chihuahuenses, es toda una garantía de éxito, y Alfredo Flores lo hace conectar de manera precisa con Priscila Quiñones, con esos chispeantes diálogos compartidos, llenos de humor negro y sarcasmo, que confluyen en los pensamientos de Joaquín, encarnado por Adrián Torres, haciendo que las ideas y las historias se conviertan en mismo hilo argumental que nos lleva al desenlace.
“Frida, Jackson y yo” es la cara oculta del arte, la de los millones de artistas que nunca trascenderán a la posteridad por su obra, es la negación de la capacidad, la pesadilla de la creación frustrada, un parto abortado cuando ya has puesto nombre al nonato, la tragedia de sentir una necesidad básica, como respirar, y la propia negación de esa posibilidad mediante los mecanismos más sádicos y crueles de la personalidad humana, la desconfianza en el propio arte, la incapacidad de creer, de tener fe en aquello que llevas dentro y que quieres expresar, para compartirlo con el resto del mundo, para gritarlo a los cuatro vientos, para vomitar el alma y quedar, por fin, en paz.
![[Img #73203]](http://el7set.es/upload/images/06_2019/3521__sam5703.jpg)
![[Img #73204]](http://el7set.es/upload/images/06_2019/4585_65463547_2270377463225115_5445618077167255552_n.jpg)
“Frida, Jackson y yo” es una obra escrita por el dramaturgo, actor y director chihuahuense, Javier Cano Rodríguez, producida por Panorama Arte, bajo la dirección de Alfredo Flores que nos propone diálogos improbables entre Frida Kahlo (Priscila Quiñones) y Jackson Pollock (Oswaldo Tarres), con Joaquín (Adrián Torres), como protagonista y, a la vez, testigo de excepción.
Como la misma escenografía del montaje, “Frida, Jackson y yo” es un lienzo en blanco, entendido no como la oportunidad de crear desde cero una obra propia, sino como la ausencia de obra, el dilema del autor ante la falta de inspiración, capacidad o valor para crear.
El texto de Javier Cano nos acerca al abismo mediante chispeantes líneas de textos intercambiadas entre las presencias de Frida y Jackson, que además de enlazar con la tragedia creativa de Joaquín, nos ofrecen un recorrido por las biografías de dos artistas rompedores, controvertidos y de gran personalidad. Un sorbo cargado de sabores agridulces, con cuerpo, aromas de maderas de caballete y pintura al óleo.
En ese lienzo en blanco transcurren los años para Joaquín, enfrentado al blanco como la maldición de la ausencia creativa, pero también al vacío de una existencia que no es nada sin la obra. Quizá por eso Joaquín, desesperado, habla con Frida y Pollock.
Alfredo Flores utiliza un lenguaje cercano al cinematográfico para narrar una historia que nos enfrenta a los miedos más íntimos del artista, el bloqueo creativo, el conflicto entre la personalidad y el creador, nos asoma a un abismo profundo y oscuro, lleno de incertidumbre, en una historia que en ocasiones empatiza con el dolor del creador al no poder expresar su arte, pero que en otras lo maldice por malgastar un talento por el que otros darían la vida.
La dirección de Flores nos acerca a una historia íntima hecha jirones y mostrada impúdicamente ante el espectador. Porque hay una desnudez más allá de la del cuerpo, que trasciende la piel y el alma, y no es otra que la exhibición del alma misma que el artista lleva a cabo en el momento en que se da la creación, cuando expresa en toda su dimensión el arte que atesora. Ese momento sublime en el que lo que lleva años atesorando en su interior, manipulándolo, acrisolándolo y dándole forma con las herramientas de su oficio, sale a la luz, desprendiéndose para siempre de su creador, para cobrar vida y robarle parte de ella al artista.
Trabajar con Oswaldo Tarres, uno de los grandes actores jóvenes chihuahuenses, es toda una garantía de éxito, y Alfredo Flores lo hace conectar de manera precisa con Priscila Quiñones, con esos chispeantes diálogos compartidos, llenos de humor negro y sarcasmo, que confluyen en los pensamientos de Joaquín, encarnado por Adrián Torres, haciendo que las ideas y las historias se conviertan en mismo hilo argumental que nos lleva al desenlace.
“Frida, Jackson y yo” es la cara oculta del arte, la de los millones de artistas que nunca trascenderán a la posteridad por su obra, es la negación de la capacidad, la pesadilla de la creación frustrada, un parto abortado cuando ya has puesto nombre al nonato, la tragedia de sentir una necesidad básica, como respirar, y la propia negación de esa posibilidad mediante los mecanismos más sádicos y crueles de la personalidad humana, la desconfianza en el propio arte, la incapacidad de creer, de tener fe en aquello que llevas dentro y que quieres expresar, para compartirlo con el resto del mundo, para gritarlo a los cuatro vientos, para vomitar el alma y quedar, por fin, en paz.
![[Img #73203]](http://el7set.es/upload/images/06_2019/3521__sam5703.jpg)








