Día Viernes, 14 de Noviembre de 2025
Los olvidados del Brexit
![[Img #77954]](http://el7set.es/upload/images/03_2020/8608_20170927pht84823_original.jpg)
El 31 de enero de 2020 se arriaba la Unión Jack (nombre con el que se conoce popularmente la bandera del Reino Unido) en las instalaciones del Parlamento Europeo, los eurodiputados y funcionarios británicos abandonaron sus despachos, hubo cánticos cargados de nostalgia, lágrimas y, en algunos casos, sonrisas, pero nada cambió. El Reino Unido ya no tiene voz en Europa, pero todo sigue igual. Por delante, once meses de negociaciones para que el Brexit sea efectivo el 1 de enero de 2021. Lo que determinen esas negociaciones es aún una incógnita para los más de 1.500 residentes británicos que viven en Castellón, principalmente en Alcossebre.
Sue Wilson, presidenta del colectivo Bremain in Spain, ha plantado cara a la amenaza del Brexit desde que Cameron planteó como una cortina de humo a la desesperada un referéndum sobre la permanencia del Reino Unido para eludir las críticas a su gestión como Primer Ministro. Muchos no se tomaron en serio aquella excentricidad, más propia del humor negro británico que de un planteamiento político, así que, haciendo realidad el axioma de que el mal triunfa si el bien no hace nada. Ante la indiferencia, cuando no la complacencia de la legendaria flema británica, a pesar de los ingentes esfuerzos de personas como Sue Wilson, el mal triunfó.
En el primer mes de la cuenta atrás para el acuerdo de salida del Reino Unido de la Unión Europea, cuatro residentes británicas comparten sus muchos miedos y sus pocas certezas sobre lo que ocurrirá el día después de que las islas británicas profundicen en su aislamiento, poniendo entre ellas y Europa la barrera física del Canal de la Mancha y la ideológica del euro-escepticismo triunfante. Son personas reales, con problemas reales, con miedos, sueños y esperanzas. Representan los daños colaterales del Brexit, las vidas que cambiarán para siempre, los que ya antes de culminar la ruptura añoran su condición de ciudadanos de una Europa unida en el escenario global.
Helen Johnston, Sue Wilson, presidenta de Bremain in Spain, Debbie Williams, fundadora de Brexpats Hear our voice, y Molly Williams, fundadora de Young European Voices, comentan sus experiencias sobre el Brexit y lo que representará para miles de ciudadanos del Reino Unido, que quedarán atrapados en un limbo, olvidados por su propio gobierno y considerados inmigrantes ilegales por el resto de gobiernos europeos. Estro ha creado un verdadero problema de retroceso en los Derechos Humanos para muchos británicos.
Limbo es una palabra muy utilizada por los residentes británicos en España para describir su situación. Surge para describir muchos aspectos de sus vidas, como un sinónimo de incertidumbre. Para los ciudadanos del Reino Unido que residen en nuestro país, la preocupación es un sentimiento común, pero cada colectivo tiene cosas distintas por las que sentirse preocupados.
Los jubilados no temen perder sus pensiones, garantizadas aunque bajas, pero si la pérdida de poder adquisitivo tras la salida de su país de la UE, “la Libra se ha devaluado desde la celebración del referéndum del Brexit, lo que hace que perdamos poder adquisitivo para poder vivir en España”.
Sue Wilson, jubilada al igual que su esposo, critica la falta de legitimidad del referéndum, un punto en el que coinciden todas sus compañeras, los resultados de la votación hablan de una victoria del leave por un estrecho margen del 52%, pero se trata de un porcentaje con truco. Al ley del referéndum escamoteó la posibilidad de participar en la votación a un gran número de ciudadanos, alrededor de 9 millones, principalmente los que residen fuera del país, mientras que permitió votar a ciudadanos extranjeros procedentes de países de la Commonwealth que vivían en el Reino Unido en el momento del referéndum, “permitieron votar a australianos y yo que nací en Inglaterra no pude”, apunta Helen. Tan solo el 37% de la sociedad británica decidió sobre el futuro de todo el país y de ese 37%, la mitad más dos decidió la votación a favor del Brexit.
Consideran que el triunfo del euroescepticismo está sacando lo peor de la sociedad: xenofobia, aislamiento, nacionalismo y una nostalgia de tiempos pasados que amenaza los derechos civiles de millones de ciudadanos, “ha salido a la superficie nuestra peor versión, el racismo y el odio”. Temen que la idea de basar de hacer negocios con Estados Unidos y con los países de la Commonwealth (la comunidad de naciones surgida del antiguo Imperio Británico) no sea la solución a los problemas económicos del país, “en un mundo global no puedes estar solo. Ahora seremos un pez pequeño en un mar enorme, porque parece que hemos olvidado que somos un pequeño país en una pequeña isla. Solos no podemos jugar con los chicos grandes”, aseguran con humor. “Ir de la mano de Estados Unidos y Donald Trump es ir en la dirección equivocada”.
Debbie y su marido son trabajadores en activo, a los que el Brexit dejará en una difícil situación. No solo pierden su derecho de residencia, también la libertad de movimiento dentro de la Unión Europea. Serán extracomunitarios para el resto de países europeos, pero tienen su trabajo fuera de las fronteras del Reino Unido. La disyuntiva es evidente, pero ninguna solución pasa por regresar a su país. A partir del año que viene trabajarán en otras condiciones, pero aún no saben cuales serán. De nuevo surge la palabra limbo para definir la situación.
Pero para los jóvenes el futuro fuera del club europeo tampoco presenta un horizonte demasiado esperanzador, tal como explica Molly a través de su experiencia en los Países Bajos, “ya se están dando casos de despidos por el Brexit. Las empresas europeas prefieren tener empleados de países miembros, porque ahora los británicos deberán contar con visados y permisos de trabajo, que dificultarán las contrataciones”. En similares términos se encuentran los estudiantes, que también verán truncada su movilidad a lo largo del territorio europeo, a la vez que los estudiantes de los países de la UE se lo pensarán dos veces a la hora de ir a estudiar a universidades del Reino Unido, por los trámites migratorios que necesitarán para ello.
Las mentiras del Brexit y los medios de comunicación
La crisis financiera global creó el caldo de cultivo idóneo para el euroescepticismo, que culpó a Europa y sus instituciones de todos los males del país con la connivencia del gobierno conservador de David Cameron. Las grandes corporaciones de medios de comunicación encontraron en el Brexit una causa acorde a sus intereses espurios, mantener su situación de privilegio asentando las sedes de sus empresas en paraísos fiscales para eludir el pago de impuestos. Las presiones de la Unión Europea para erradicar la evasión fiscal, sobre todo después de escándalos como el de los Papeles de Panamá, hacían peligrar el statu quo de los propietarios de los grandes medios, que iniciaron una furiosa campaña contra la Unión Europea, basada en fake news, bulos, medias verdades y mentiras falaces. En contrapartida, los pocos medios que apoyaron la permanencia hicieron una tibia defensa de las instituciones europeas.
Completando ese círculo vicioso, el actual Primer Ministro, Boris Johnson, fue el principal instigador del odio hacia la Unión Europea durante su etapa como corresponsal en Bruselas del periódico “The Telegraph”, periodo en el que se hizo tremendamente popular por sus artículos sensacionalistas y polémicos, cuyo contenido estaba tan alejado de la realidad que lo acusaban de inventárselos por completo.
Eso crearía con el tiempo un sentimiento de rechazo a las instituciones de la UE, la “burocracia europea”, a la que culpaban de todos los males del país. Pero las quejas respecto a las exigencias de los reglamentos europeos estaban totalmente infundadas, ya que Gran Bretaña ha promovido una parte importante de la normativa europea y ha estado institucionalmente en contra de muy pocas. De ese modo, ya que el 50% de las exportaciones se realizan en el ámbito de la UE, “no bajarán los estándares de los actuales reglamentos, pero ahora los tendremos que cumplir si queremos comerciar con el resto de países europeos, aunque ahora no tendremos voz”.
El Brexit es un ejercicio de nostalgia, mirando al pasado para establecer unas normas migratorias de los años 50, defender el status quo de unos pocos, nacido de la recesión económica y de la incapacidad de asumir responsabilidades políticas, buscando enemigos extranjeros para justificar su propia incompetencia.
El día después del Brexit
Aunque la UE ha dado la oportunidad de prorrogar el plazo de salida del Reino Unido un año más, el Primer Ministro Boris Johnson ya ha asegurado que la salida tendrá lugar el 31 de diciembre de este año, “con todas las reservas que se pueden tener sobre las promesas de Boris Johnson”, apuntan echando mano de la ironía.
Ese momento será para una gran mayoría un momento traumático. Abandonada cualquier esperanza de que se imponga el sentido común y se convoque un nuevo referéndum para deshacer el entuerto, los defensores de la permanencia en la UE no esperan que el gobierno actual de marcha atrás. Depositan sus esperanzas en la incapacidad del excéntrico Primer Ministro para gestionar el gobierno, y superar una travesía por el desierto del aislamiento para que en un horizonte a medio plazo el país recupere la sensatez y en cinco o diez años el Reino Unido vuelva a formar parte de Europa. “Ahora solo podemos esperar que el gobierno fracase en todo lo que ha prometido que va a hacer y se demuestre que era mentira”, aseguran con resignación. Consideran al de Boris Johnson como el primer gobierno elegido para empeorar el país.
Ante lo que consideran como uno de los sistemas electorales y una de las democracias más deficientes y menos representativas del mundo, ahora solo queda esperar a que en el país tengan lugar grandes cambios en el sistema de partidos y que haya cambios políticos también en el gobierno de los Estados Unidos que faciliten un cambio de actitud en la clase dirigente. El Brexit divide familias, rompe amistades, genera división y enfrenta a los británicos entre si.
Los favorables al Brexit auguraban un regreso masivo de compatriotas residentes en el extranjero cuando se materializase la salida. Nada más lejos de la realidad. El efecto ha sido el contrario, cada vez es mayor el número de ciudadanos británicos que se inscriben en los registros de residentes en España para que el gobierno de nuestro país les respete sus derechos. Se trata de tomar la dramática decisión de en que lado del precipicio que los políticos y los medios han abierto bajo sus pies quieren quedar después de la definitiva ruptura. A pesar de que son conscientes de que el sistema político europeo es mejorable, para los olvidados por el Brexit “perder la condición de ciudadanos europeos es algo indescriptible, la sensación de aislamiento y de ruptura”. España y los medios españoles nos han tratado mejor que el gobierno y los medios de nuestro propio país.
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El 31 de enero de 2020 se arriaba la Unión Jack (nombre con el que se conoce popularmente la bandera del Reino Unido) en las instalaciones del Parlamento Europeo, los eurodiputados y funcionarios británicos abandonaron sus despachos, hubo cánticos cargados de nostalgia, lágrimas y, en algunos casos, sonrisas, pero nada cambió. El Reino Unido ya no tiene voz en Europa, pero todo sigue igual. Por delante, once meses de negociaciones para que el Brexit sea efectivo el 1 de enero de 2021. Lo que determinen esas negociaciones es aún una incógnita para los más de 1.500 residentes británicos que viven en Castellón, principalmente en Alcossebre.
Sue Wilson, presidenta del colectivo Bremain in Spain, ha plantado cara a la amenaza del Brexit desde que Cameron planteó como una cortina de humo a la desesperada un referéndum sobre la permanencia del Reino Unido para eludir las críticas a su gestión como Primer Ministro. Muchos no se tomaron en serio aquella excentricidad, más propia del humor negro británico que de un planteamiento político, así que, haciendo realidad el axioma de que el mal triunfa si el bien no hace nada. Ante la indiferencia, cuando no la complacencia de la legendaria flema británica, a pesar de los ingentes esfuerzos de personas como Sue Wilson, el mal triunfó.
En el primer mes de la cuenta atrás para el acuerdo de salida del Reino Unido de la Unión Europea, cuatro residentes británicas comparten sus muchos miedos y sus pocas certezas sobre lo que ocurrirá el día después de que las islas británicas profundicen en su aislamiento, poniendo entre ellas y Europa la barrera física del Canal de la Mancha y la ideológica del euro-escepticismo triunfante. Son personas reales, con problemas reales, con miedos, sueños y esperanzas. Representan los daños colaterales del Brexit, las vidas que cambiarán para siempre, los que ya antes de culminar la ruptura añoran su condición de ciudadanos de una Europa unida en el escenario global.
Helen Johnston, Sue Wilson, presidenta de Bremain in Spain, Debbie Williams, fundadora de Brexpats Hear our voice, y Molly Williams, fundadora de Young European Voices, comentan sus experiencias sobre el Brexit y lo que representará para miles de ciudadanos del Reino Unido, que quedarán atrapados en un limbo, olvidados por su propio gobierno y considerados inmigrantes ilegales por el resto de gobiernos europeos. Estro ha creado un verdadero problema de retroceso en los Derechos Humanos para muchos británicos.
Limbo es una palabra muy utilizada por los residentes británicos en España para describir su situación. Surge para describir muchos aspectos de sus vidas, como un sinónimo de incertidumbre. Para los ciudadanos del Reino Unido que residen en nuestro país, la preocupación es un sentimiento común, pero cada colectivo tiene cosas distintas por las que sentirse preocupados.
Los jubilados no temen perder sus pensiones, garantizadas aunque bajas, pero si la pérdida de poder adquisitivo tras la salida de su país de la UE, “la Libra se ha devaluado desde la celebración del referéndum del Brexit, lo que hace que perdamos poder adquisitivo para poder vivir en España”.
Sue Wilson, jubilada al igual que su esposo, critica la falta de legitimidad del referéndum, un punto en el que coinciden todas sus compañeras, los resultados de la votación hablan de una victoria del leave por un estrecho margen del 52%, pero se trata de un porcentaje con truco. Al ley del referéndum escamoteó la posibilidad de participar en la votación a un gran número de ciudadanos, alrededor de 9 millones, principalmente los que residen fuera del país, mientras que permitió votar a ciudadanos extranjeros procedentes de países de la Commonwealth que vivían en el Reino Unido en el momento del referéndum, “permitieron votar a australianos y yo que nací en Inglaterra no pude”, apunta Helen. Tan solo el 37% de la sociedad británica decidió sobre el futuro de todo el país y de ese 37%, la mitad más dos decidió la votación a favor del Brexit.
Consideran que el triunfo del euroescepticismo está sacando lo peor de la sociedad: xenofobia, aislamiento, nacionalismo y una nostalgia de tiempos pasados que amenaza los derechos civiles de millones de ciudadanos, “ha salido a la superficie nuestra peor versión, el racismo y el odio”. Temen que la idea de basar de hacer negocios con Estados Unidos y con los países de la Commonwealth (la comunidad de naciones surgida del antiguo Imperio Británico) no sea la solución a los problemas económicos del país, “en un mundo global no puedes estar solo. Ahora seremos un pez pequeño en un mar enorme, porque parece que hemos olvidado que somos un pequeño país en una pequeña isla. Solos no podemos jugar con los chicos grandes”, aseguran con humor. “Ir de la mano de Estados Unidos y Donald Trump es ir en la dirección equivocada”.
Debbie y su marido son trabajadores en activo, a los que el Brexit dejará en una difícil situación. No solo pierden su derecho de residencia, también la libertad de movimiento dentro de la Unión Europea. Serán extracomunitarios para el resto de países europeos, pero tienen su trabajo fuera de las fronteras del Reino Unido. La disyuntiva es evidente, pero ninguna solución pasa por regresar a su país. A partir del año que viene trabajarán en otras condiciones, pero aún no saben cuales serán. De nuevo surge la palabra limbo para definir la situación.
Pero para los jóvenes el futuro fuera del club europeo tampoco presenta un horizonte demasiado esperanzador, tal como explica Molly a través de su experiencia en los Países Bajos, “ya se están dando casos de despidos por el Brexit. Las empresas europeas prefieren tener empleados de países miembros, porque ahora los británicos deberán contar con visados y permisos de trabajo, que dificultarán las contrataciones”. En similares términos se encuentran los estudiantes, que también verán truncada su movilidad a lo largo del territorio europeo, a la vez que los estudiantes de los países de la UE se lo pensarán dos veces a la hora de ir a estudiar a universidades del Reino Unido, por los trámites migratorios que necesitarán para ello.
Las mentiras del Brexit y los medios de comunicación
La crisis financiera global creó el caldo de cultivo idóneo para el euroescepticismo, que culpó a Europa y sus instituciones de todos los males del país con la connivencia del gobierno conservador de David Cameron. Las grandes corporaciones de medios de comunicación encontraron en el Brexit una causa acorde a sus intereses espurios, mantener su situación de privilegio asentando las sedes de sus empresas en paraísos fiscales para eludir el pago de impuestos. Las presiones de la Unión Europea para erradicar la evasión fiscal, sobre todo después de escándalos como el de los Papeles de Panamá, hacían peligrar el statu quo de los propietarios de los grandes medios, que iniciaron una furiosa campaña contra la Unión Europea, basada en fake news, bulos, medias verdades y mentiras falaces. En contrapartida, los pocos medios que apoyaron la permanencia hicieron una tibia defensa de las instituciones europeas.
Completando ese círculo vicioso, el actual Primer Ministro, Boris Johnson, fue el principal instigador del odio hacia la Unión Europea durante su etapa como corresponsal en Bruselas del periódico “The Telegraph”, periodo en el que se hizo tremendamente popular por sus artículos sensacionalistas y polémicos, cuyo contenido estaba tan alejado de la realidad que lo acusaban de inventárselos por completo.
Eso crearía con el tiempo un sentimiento de rechazo a las instituciones de la UE, la “burocracia europea”, a la que culpaban de todos los males del país. Pero las quejas respecto a las exigencias de los reglamentos europeos estaban totalmente infundadas, ya que Gran Bretaña ha promovido una parte importante de la normativa europea y ha estado institucionalmente en contra de muy pocas. De ese modo, ya que el 50% de las exportaciones se realizan en el ámbito de la UE, “no bajarán los estándares de los actuales reglamentos, pero ahora los tendremos que cumplir si queremos comerciar con el resto de países europeos, aunque ahora no tendremos voz”.
El Brexit es un ejercicio de nostalgia, mirando al pasado para establecer unas normas migratorias de los años 50, defender el status quo de unos pocos, nacido de la recesión económica y de la incapacidad de asumir responsabilidades políticas, buscando enemigos extranjeros para justificar su propia incompetencia.
El día después del Brexit
Aunque la UE ha dado la oportunidad de prorrogar el plazo de salida del Reino Unido un año más, el Primer Ministro Boris Johnson ya ha asegurado que la salida tendrá lugar el 31 de diciembre de este año, “con todas las reservas que se pueden tener sobre las promesas de Boris Johnson”, apuntan echando mano de la ironía.
Ese momento será para una gran mayoría un momento traumático. Abandonada cualquier esperanza de que se imponga el sentido común y se convoque un nuevo referéndum para deshacer el entuerto, los defensores de la permanencia en la UE no esperan que el gobierno actual de marcha atrás. Depositan sus esperanzas en la incapacidad del excéntrico Primer Ministro para gestionar el gobierno, y superar una travesía por el desierto del aislamiento para que en un horizonte a medio plazo el país recupere la sensatez y en cinco o diez años el Reino Unido vuelva a formar parte de Europa. “Ahora solo podemos esperar que el gobierno fracase en todo lo que ha prometido que va a hacer y se demuestre que era mentira”, aseguran con resignación. Consideran al de Boris Johnson como el primer gobierno elegido para empeorar el país.
Ante lo que consideran como uno de los sistemas electorales y una de las democracias más deficientes y menos representativas del mundo, ahora solo queda esperar a que en el país tengan lugar grandes cambios en el sistema de partidos y que haya cambios políticos también en el gobierno de los Estados Unidos que faciliten un cambio de actitud en la clase dirigente. El Brexit divide familias, rompe amistades, genera división y enfrenta a los británicos entre si.
Los favorables al Brexit auguraban un regreso masivo de compatriotas residentes en el extranjero cuando se materializase la salida. Nada más lejos de la realidad. El efecto ha sido el contrario, cada vez es mayor el número de ciudadanos británicos que se inscriben en los registros de residentes en España para que el gobierno de nuestro país les respete sus derechos. Se trata de tomar la dramática decisión de en que lado del precipicio que los políticos y los medios han abierto bajo sus pies quieren quedar después de la definitiva ruptura. A pesar de que son conscientes de que el sistema político europeo es mejorable, para los olvidados por el Brexit “perder la condición de ciudadanos europeos es algo indescriptible, la sensación de aislamiento y de ruptura”. España y los medios españoles nos han tratado mejor que el gobierno y los medios de nuestro propio país.















