El problema de los mosquitos lo resolveremos con la colaboración de todos
Es de sobra conocido por todo el mundo el terrible problema que representa el incremento de la población de mosquitos en nuestro territorio, un crecimiento que en los últimos tiempos se está evidenciando al punto de que estamos a las puertas de que se convierta en una catástrofe ecológica.
Los acontecimientos que nos han impactado desde hace meses, con la pandemia de coronavirus y el consiguiente confinamiento de la población, han provocado que la situación se agrave para las colonias de mosquitos que se asientan en nuestra zona. Por ese motivo, ahora que nos hemos vuelto tan majos y solidarios, es el momento de que actuemos juntos para resolver el desastre que se avecina.
Con el confinamiento los mosquitos no tienen que comer. Eso es así. Miles de ellos se encuentran en situación de extrema pobreza alimentaria sin que nadie se escandalice lo más mínimo. Nos ponemos como monas si un pingüino se resfría en el Polo Sur, pero nadie se acuerda de los pobres mosquitos, que tienen que mantener a sus familias sin una gota de sangre que llevarse a la trompa.
Entre que la gente no sale y que el egoísmo de la peña es tal que no se dejan picar, la problemática no hace más que empeorar. Las autoridades de todos los niveles están haciendo un esfuerzo sobrehumano para aportar su granito de arena a este drama ecológico. Yo he sido testigo de los enormes trabajos que realizan para mantener fresquitos a los mosquitos en sus nidos rociándolos con líquidos, un gesto que sin duda agradecerán pero que no les quita el hambre, además de entretenerlos con espectáculos de humo –que seguro que en algún momento sale un grupo de rock y se pone a tocar, pero es que yo soy muy impaciente y nunca me quedo a ver-, así como con las exhibiciones aéreas, que ríete tú del Día de las Fuerzas Armadas, unas vueltas y unas cosas que hace el helicóptero ese, que yo eché la tarde bien entretenida viéndolo ir de la Ceca a la Meca, chocochocochoco.
Y menos mal que tenemos a estas autoridades que tenemos, porque si fuera por los partidos de la oposición en todas las instituciones, esos dicen que lo solucionaban en dos días matando todos los mosquitos. Yo me he preocupado, porque si algo hacen los partidos políticos cuando están en la oposición es pensar soluciones para todo. Lástima que cuando mandan ellos no les funcionen.
Pero todos los esfuerzos son en vano si no ayudamos todos.
Por eso quiero pediros, queridos lectores, que os unáis a mi en una campaña de donación de sangre para los mosquitos, mientras vienen los turistas y ahí ya entonces tendrán ellos más de donde chupar. Os propongo que hagáis como yo, bajad todas las mañanas tempranito a Torrenostra –los que seáis de otras poblaciones sirve cualquier zona pantanosa o en mitad de la maleza-, y os ponéis en un punto en el que podáis estar quietos sin molestar durante un rato, mientras dejáis que los mosquitos se os coman vivos. Lo importante es que os quedéis muy quietos, no sea que por una de esas con un mal gesto los espantéis y tendréis que volver a empezar. Podéis escuchar música o leer mientras realizáis la donación de sangre, aunque yo prefiero hablarles, porque una vez leí que durante la lactancia la voz es una forma de establecer un vínculo con el lactante, así que pongo una voz profunda y relajante para que chupen a gusto y nos hagamos amiguetes.
En vuestras manos está.
Es de sobra conocido por todo el mundo el terrible problema que representa el incremento de la población de mosquitos en nuestro territorio, un crecimiento que en los últimos tiempos se está evidenciando al punto de que estamos a las puertas de que se convierta en una catástrofe ecológica.
Los acontecimientos que nos han impactado desde hace meses, con la pandemia de coronavirus y el consiguiente confinamiento de la población, han provocado que la situación se agrave para las colonias de mosquitos que se asientan en nuestra zona. Por ese motivo, ahora que nos hemos vuelto tan majos y solidarios, es el momento de que actuemos juntos para resolver el desastre que se avecina.
Con el confinamiento los mosquitos no tienen que comer. Eso es así. Miles de ellos se encuentran en situación de extrema pobreza alimentaria sin que nadie se escandalice lo más mínimo. Nos ponemos como monas si un pingüino se resfría en el Polo Sur, pero nadie se acuerda de los pobres mosquitos, que tienen que mantener a sus familias sin una gota de sangre que llevarse a la trompa.
Entre que la gente no sale y que el egoísmo de la peña es tal que no se dejan picar, la problemática no hace más que empeorar. Las autoridades de todos los niveles están haciendo un esfuerzo sobrehumano para aportar su granito de arena a este drama ecológico. Yo he sido testigo de los enormes trabajos que realizan para mantener fresquitos a los mosquitos en sus nidos rociándolos con líquidos, un gesto que sin duda agradecerán pero que no les quita el hambre, además de entretenerlos con espectáculos de humo –que seguro que en algún momento sale un grupo de rock y se pone a tocar, pero es que yo soy muy impaciente y nunca me quedo a ver-, así como con las exhibiciones aéreas, que ríete tú del Día de las Fuerzas Armadas, unas vueltas y unas cosas que hace el helicóptero ese, que yo eché la tarde bien entretenida viéndolo ir de la Ceca a la Meca, chocochocochoco.
Y menos mal que tenemos a estas autoridades que tenemos, porque si fuera por los partidos de la oposición en todas las instituciones, esos dicen que lo solucionaban en dos días matando todos los mosquitos. Yo me he preocupado, porque si algo hacen los partidos políticos cuando están en la oposición es pensar soluciones para todo. Lástima que cuando mandan ellos no les funcionen.
Pero todos los esfuerzos son en vano si no ayudamos todos.
Por eso quiero pediros, queridos lectores, que os unáis a mi en una campaña de donación de sangre para los mosquitos, mientras vienen los turistas y ahí ya entonces tendrán ellos más de donde chupar. Os propongo que hagáis como yo, bajad todas las mañanas tempranito a Torrenostra –los que seáis de otras poblaciones sirve cualquier zona pantanosa o en mitad de la maleza-, y os ponéis en un punto en el que podáis estar quietos sin molestar durante un rato, mientras dejáis que los mosquitos se os coman vivos. Lo importante es que os quedéis muy quietos, no sea que por una de esas con un mal gesto los espantéis y tendréis que volver a empezar. Podéis escuchar música o leer mientras realizáis la donación de sangre, aunque yo prefiero hablarles, porque una vez leí que durante la lactancia la voz es una forma de establecer un vínculo con el lactante, así que pongo una voz profunda y relajante para que chupen a gusto y nos hagamos amiguetes.
En vuestras manos está.