Espectacular regreso de La Passió de Torreblanca

Se levantaron las restricciones de la pandemia, se abrieron los cielos para dar paso al sol, Torreblanca, sus vecinos y visitantes contuvieron la respiración para que nada alterase ese instante singular en el que cada Jueves Santo la voz de un pueblo entero anuncia el inicio de la representación de la mayor historia jamás contada. Y volvió La Passió.

Había expectación para volver a sentir las emociones que un grupo de actores aficionados trasmiten en nombre de todo su pueblo para representar una historia mil veces narrada como si fuera la primera vez. El público abarrotó la plaza Mayor, donde transcurren la mayoría de las escenas, haciendo patente que había muchas ganas de volver a disfrutar, a vibrar con La Passió de Torreblanca. Atrás quedaban las inclemencias meteorológicas que habían sacudido la provincia hasta la misma previa de la representación. También los efectos de la pandemia se convertían solo en un mal recuerdo, porque Torreblanca quería volver a levantar la voz, a expresar su identidad, su especial idiosincrasia a través de la más destacada expresión cultural que ha surgido de esta localidad castellonense a lo largo de su historia.

Y a esa voz, dentro de las novedades de esta esperada edición, se sumaba una mayor presencia de voces femeninas, gracias a la nueva escena introducida en el libreto, escrita por el propio Carlos Casanova, quien interpreta el papel de Jesús en la función. Para ello tomó la inspiración de una obra de la mística italiana Luisa Picarretta, titulada “Las horas de la Pasión”, otorgando un mayor protagonismo a las mujeres en la representación de las últimas horas de vida de Jesucristo, donde tradicionalmente se han visto relegadas a un papel secundario sin grandes diálogos.

Bajo esta propuesta actualizada, La Passió emocionaba una vez más al numeroso público que asistió para acompañar con su aplauso a esta singular expresión de la cultura y la tradición torreblanquina, que va más allá de la devoción religiosa para convertirse en un escaparate de su propia personalidad, de sus gentes y de sus costumbres, haciendo única la Semana Santa en la localidad.

La Passió, que en esta edición por fin podía celebrar sus 40 años de vida, aunque fuese con retraso por culpa del parón sufrido, ponía los corazones en un puño con las escenas, que no por universalmente conocidas dejan de hacer sentir, emocionar, sumergir al espectador, que presencia un viaje en el tiempo y el espacio para ser testigos, desde las humildes capacidades de un pequeño pueblo, a la escenificación de la Galilea en tiempos de Poncio Pilatos, la llegada de Jesús a lomos de una burra aclamado por el pueblo, presenciando escenas icónicas que han cautivado la creatividad de artistas de todos los tiempos, como la Ultima Cena. La Passió evoca la traición de Judas, la detención y los juicios, del Sanedrín a Pilatos, de ahí a Herodes el tetrarca de Perea y Galilea, para regresar con el prefecto romano de Judea, que lava la sangre del reo de sus manos para entregarlo a su pasión y muerte. Ahí da inicio la parte final de la obra, cargada de dolor, sobrecogedora y solemne, que sale de la plaza para recorrer un tramo de la calle San Antonio, enfilando después la cuesta de la calle Sant Cristòfol en un silencio sepulcral, solo roto por el rítmico sonido de los tambores romanos, que anuncian el desenlace que tiene lugar en el Calvario de Torreblanca, frente a la ermita de Sant Francesc, donde la crucifixión y la resurrección culminan el drama sacro.

Y ahí es donde vuelve a empezar La Passió. El trabajo de todo un año, de toda una vida, de innumerables vidas, que se va acumulando, depositándose como una pátina de la que enorgullecerse, para mantener viva una tradición que hace a Torreblanca única.