El hotel de los líos
Todos hemos vivido en alguna ocasión los inconvenientes de hacer un viaje inesperado, si no que se lo digan a Bilbo Bolsón, sin panificar y sin tener nada preparado. Los problemas más evidentes los conocemos; billetes caros, asientos de pasillo y dificultades para encontrar alojamiento. Es entonces cuando vemos con envidia a esos grupos de viajeros, felices, sonrientes, haciéndose fotos por donde pasan, que lo llevan todo perfectamente organizado, que tienen cómodos asientos de ventana en primera clase, eligen el coche de alquiles más cómodo y más limpio de la agencia, o incluso cuentan con un transporte privado que los va a llevar directamente al hotel, haciéndose incluso cargo de las maletas.
Y dirán acertadamente amigos lectores, que para eso no solo hace falta organización, también se precisa viruta para conseguir todos esos privilegios. Y se sabe, poderoso caballero es Don Dinero. Y les diré yo que, por supuesto, ayuda tener una cuenta corriente saneada, pero de poco sirven los billetes si uno no se sabe organizar.
La metáfora de los viajes viene a cuento porque el próximo año se van a iniciar una vez más los apasionantes viajes de los partidos políticos y sus candidatos en busca de un alojamiento en ayuntamientos, diputaciones y demás puntos de reparto de la sopa boba que jalonan la geografía patria.
En el caso que nos ocupa, veremos ciertos paralelismos entre ese viaje inesperado y el esperado viaje electoral. Unos tendrán medios económicos y logísticos, pero no siempre conocerán el camino, o igual el viajero tiene poco arrastre entre los jóvenes, los jubilados o los militares sin graduación, o le salen unos sobres sospechosos de los bolsillos de la chaqueta, o cierto aroma a plantas medicinales de las que se queman y dan risa se desprende de su ropa, quien sabe cuál será la pega, pero aún teniendo panoja para dar y regalar, igual se quedan sin habitación. Otros irán con lo puesto, como se dice con una mano delante y otra detrás, pero contará con la experiencia como valioso aliado, que a base de descalabros, le enseñó a transitar los caminos sin asfaltar de las campañas locales, que son en las que se apuñala de más cerquita. El resto, se disputarán las pocas habitaciones que queden libres a punta de navaja.
Esto siempre empieza igual, muchos los llamados y pocos blablablá, ya saben cómo va el cuento. Sin embargo, pocos reconocerán la dificultad de la empresa y decidirán compartir taxi desde el aeropuerto, por lo que pueda pasar. Los demás, los advenedizos, vendedores de mantas, sacamuelas y charlatanes de todo pelaje, esos pincharán neumáticos, pondrán palos a las ruedas y tenderán emboscadas como el coyote al correcaminos a los vehículos de sus competidores, conscientes de que solo puede quedar uno, como en Los Inmortales, y ese uno tiene que ser el menda.
Sudorosos, cubiertos de sangre y mierda, con la ropa hecha jirones, los aspirantes llegarán a la recepción del hotel/ayuntamiento y pedirán, exigirán, mendigarán una habitación, a poder ser con catorce pagas y pocos problemas, tratando de imponer a grito pelado sus demandas sobre las voces de sus contrincantes. Después, cuando caiga la noche electoral, los gritos bajarán de decibelios y ese perroflauta que parecía que le olían los pies a queso gourmet, o el sujeto del pelo engominado y las banderitas hasta en la goma de los calzoncillos que parecía un poco nostálgico de otros tiempos el hombre, pues que de ser sujetos detestables en un principio ahora, a las luces de los resultados electorales, que vienen de nalgas, empiezan a parecer unos tipos de lo más agradable.
A estas alturas quedan pocas habitaciones y nadie quiere dormir al raso, y sin sueldo, así que se empezarán a diluir rencores, a zanjar pleitos añejos, a aquello de donde dije digo digo pacto, y aquí no ha pasado nada. Así que empezaremos a buscar compañeros de cuarto sin tener en cuenta lo mucho que los odiábamos ayer mismo al que mañana será nuestro amiguito del alma, nada une más que compartir nómina y cuentas de gastos.
Porque dormir al raso no mola nada de nada y a los que se quedan fuera no les caen del cielo cargos, pagas y prebendas por no pegar un palo al agua
Cosas veredes Sancho, que harían vomitar a los que inventaron esto de la democracia.
Veremos pactos imposibles, reconciliaciones milagrosas, hijos pródigos volviendo al hogar y yuntas de lo más antinatural que serán el pasmo de propio y extraños. Si no al tiempo.
Bienvenidos a la política de supervivencia. El hotel de los líos.
Todos hemos vivido en alguna ocasión los inconvenientes de hacer un viaje inesperado, si no que se lo digan a Bilbo Bolsón, sin panificar y sin tener nada preparado. Los problemas más evidentes los conocemos; billetes caros, asientos de pasillo y dificultades para encontrar alojamiento. Es entonces cuando vemos con envidia a esos grupos de viajeros, felices, sonrientes, haciéndose fotos por donde pasan, que lo llevan todo perfectamente organizado, que tienen cómodos asientos de ventana en primera clase, eligen el coche de alquiles más cómodo y más limpio de la agencia, o incluso cuentan con un transporte privado que los va a llevar directamente al hotel, haciéndose incluso cargo de las maletas.
Y dirán acertadamente amigos lectores, que para eso no solo hace falta organización, también se precisa viruta para conseguir todos esos privilegios. Y se sabe, poderoso caballero es Don Dinero. Y les diré yo que, por supuesto, ayuda tener una cuenta corriente saneada, pero de poco sirven los billetes si uno no se sabe organizar.
La metáfora de los viajes viene a cuento porque el próximo año se van a iniciar una vez más los apasionantes viajes de los partidos políticos y sus candidatos en busca de un alojamiento en ayuntamientos, diputaciones y demás puntos de reparto de la sopa boba que jalonan la geografía patria.
En el caso que nos ocupa, veremos ciertos paralelismos entre ese viaje inesperado y el esperado viaje electoral. Unos tendrán medios económicos y logísticos, pero no siempre conocerán el camino, o igual el viajero tiene poco arrastre entre los jóvenes, los jubilados o los militares sin graduación, o le salen unos sobres sospechosos de los bolsillos de la chaqueta, o cierto aroma a plantas medicinales de las que se queman y dan risa se desprende de su ropa, quien sabe cuál será la pega, pero aún teniendo panoja para dar y regalar, igual se quedan sin habitación. Otros irán con lo puesto, como se dice con una mano delante y otra detrás, pero contará con la experiencia como valioso aliado, que a base de descalabros, le enseñó a transitar los caminos sin asfaltar de las campañas locales, que son en las que se apuñala de más cerquita. El resto, se disputarán las pocas habitaciones que queden libres a punta de navaja.
Esto siempre empieza igual, muchos los llamados y pocos blablablá, ya saben cómo va el cuento. Sin embargo, pocos reconocerán la dificultad de la empresa y decidirán compartir taxi desde el aeropuerto, por lo que pueda pasar. Los demás, los advenedizos, vendedores de mantas, sacamuelas y charlatanes de todo pelaje, esos pincharán neumáticos, pondrán palos a las ruedas y tenderán emboscadas como el coyote al correcaminos a los vehículos de sus competidores, conscientes de que solo puede quedar uno, como en Los Inmortales, y ese uno tiene que ser el menda.
Sudorosos, cubiertos de sangre y mierda, con la ropa hecha jirones, los aspirantes llegarán a la recepción del hotel/ayuntamiento y pedirán, exigirán, mendigarán una habitación, a poder ser con catorce pagas y pocos problemas, tratando de imponer a grito pelado sus demandas sobre las voces de sus contrincantes. Después, cuando caiga la noche electoral, los gritos bajarán de decibelios y ese perroflauta que parecía que le olían los pies a queso gourmet, o el sujeto del pelo engominado y las banderitas hasta en la goma de los calzoncillos que parecía un poco nostálgico de otros tiempos el hombre, pues que de ser sujetos detestables en un principio ahora, a las luces de los resultados electorales, que vienen de nalgas, empiezan a parecer unos tipos de lo más agradable.
A estas alturas quedan pocas habitaciones y nadie quiere dormir al raso, y sin sueldo, así que se empezarán a diluir rencores, a zanjar pleitos añejos, a aquello de donde dije digo digo pacto, y aquí no ha pasado nada. Así que empezaremos a buscar compañeros de cuarto sin tener en cuenta lo mucho que los odiábamos ayer mismo al que mañana será nuestro amiguito del alma, nada une más que compartir nómina y cuentas de gastos.
Porque dormir al raso no mola nada de nada y a los que se quedan fuera no les caen del cielo cargos, pagas y prebendas por no pegar un palo al agua
Cosas veredes Sancho, que harían vomitar a los que inventaron esto de la democracia.
Veremos pactos imposibles, reconciliaciones milagrosas, hijos pródigos volviendo al hogar y yuntas de lo más antinatural que serán el pasmo de propio y extraños. Si no al tiempo.
Bienvenidos a la política de supervivencia. El hotel de los líos.