Viaje de los Pensionistas de Alcossebre a Andalucía del 16 al 21 de octubre de 2022
Comentado por la Cronista de siempre, aunque invisible desde hace algunos años
Salida de Alcossebre sobre las ocho y, tras varias paradas, incluída la de la comida, llegada al hotel de los Reyes Zeríes, a la entrada del pueblo de Albolote, en las afueras de Granada. Hotel agradable, que compartimos con otros dos grupos, con personal atento y con comidas de bufé sabrosas y variadas.
A la mañana siguiente, salida para la Alpujarra granadina, con primera parada en Lanjarón, considerado la entrada a la Alpujarra y famoso por sus aguas. Disfrutamos de un recorrido por sus calles y plazas donde nos cautivaron sus múltiples fuentes con palabras y versos de García Lorca y con preciosos adornos cerámicos.
Luego, por cada vez más empinada y estrecha carretera, a Trevélez, con más de 1400 m, uno de los pueblos más altos de la pensínsula y famoso por sus secaderos de jamones. Así que, lógicamente, se nos podía ver en un secadero, donde se nos informó detalladamente sobre los distintos tratamientos y el secado. Luego comida típica en el cercano restaurante, comida cargada de calorías, pero que nos hacían falta para la caminata que nos esperó en el próximo pueblo, en Pampaneira, pueblo situado a más de mil metros y declarado conjunto histórico-artístico. Típico pueblo moro que, por cierto, era el último reducto de los moriscos granadinos antes de ser expulsados. Pueblo pintoresco y encantador, cuyas casas blancas suben por una cuesta empinada. que nos hizo subir y bajar constantemente por estrechas, sinuosas y empinadas callejuelas, por lo que al final de la visita caimos rendidos en las sillas del autocar. Bueno, parece que no todo el mundo estaba así de rendido, porque después de la cena muchos subieron a un minibus que les llevó a una de las cuevas de Sacromonte para presenciar un espectáculo de flamenco como toca, con bailaores y bailaoras, con guitarra, palmas y jaleo. Terminada la función, aún tocó una pequeña caminata al cercano Albaicín para, desde ahí, disfrutar de una Alhambra iluminada. Y ahora sí, a la cama, a recobrar fuerzas para el día siguiente que nos vió en Granada. A la mañana siguiente, el autocar nos dejó en Sacromonte, desde donde nos fuimos al pintoresco Albaicín, el barrio más antíguo de Genada, y volvimos a gozar de la vista de la Alhambra, pero esta vez a la luz del día. Una vez llegados al casco antíguo de Granada, nos esperó una larga visita, tras la cual aún había algún tiempo libre, antes de subir de nuevo al autocar para ir a comer al hotel. Pero muchos decidieron quedarse en Granada para seguir recorriendo sus calles y tomar algún piscolabis, antes de volver a encontrarse con el resto del grupo delante de las puertas de la Alhambra. Tras su exhaustiva visita guiada, vuelta al hotel y preparar el equipaje, ya que al día siguiente se nos vió salir, a hora temprana, con rumbo a Córdoba. Llegados allí, nos esperó una larga y detallada visita de la mezquita. Luego algo de tiempo libre para recorrer las callejuelas de la antígua judería, y ya en busca del restaurante, donde se nos ofrecieron ricos platos típicos de la región. Después salida para Sevilla y llegada al hotel Jardín de la Reina, en Torre la Reina, en las afueras de Sevilla, hotel tipo albergue, con varios pequeños edificios, con grandes y largas mesas y comidas sencillas y nada sofisticadas, servidas tras un bufé acristalado anti Covid, donde indicabas lo que querías. Por la mañana, día 20, recorrido por la preciosa Plaza de España, levantada con ocasión de la exposición iberoamericana de 1929. Luego paseo en autocar por los antíguos pabellones de los distintos países iberoamericanos, y, ya en Sevilla, recorrido por el barrio de Santa Cruz y caminata hasta la catedral; a partir de allí tiempo libre hasta subir de nuevo al autocar para la comida, aunque muchos prefirieron quedarse en Sevilla, para seguir callejeando y tomarse unas ricas tapas, antes de encontrarse todos, por la tarde, cerca de la Torre de Oro para, desde allí, emprender un viaje en barco por el Guadalquivir.Y al hotel para cenar y preparar las maletas porque a la mañana siguiente tocó la vuelta a Alcossebre.
De nuevo un viaje bonito e interesante, con muchas nuevas impresiones y, como era de esperar, con bastante estrés por ver mucho en poco tiempo. Los pocos que se quejaron por falta de descanso eran novatos, porque ya se sabe, los viajes de Sant Benet significan mucho andar y poco descansar.
Gracias al competente y atento chófer y a nuestra simpática azafata Estela que nos llenó de informaciones. En Granada, Córdoba y Sevilla nos acompañaron, cada vez, dos guías, lo que permitió hacer dos grupos de nosotros, los 38 pensionistas, cosa muy agradable y encima, a través de los audífonos repartidos, se entendía todo perfectamente y los guías no nesecitaban gritar.
Y ahora, a pesar del estrés sufrido, todos están esperando ya al próximo viaje.
Salida de Alcossebre sobre las ocho y, tras varias paradas, incluída la de la comida, llegada al hotel de los Reyes Zeríes, a la entrada del pueblo de Albolote, en las afueras de Granada. Hotel agradable, que compartimos con otros dos grupos, con personal atento y con comidas de bufé sabrosas y variadas.
A la mañana siguiente, salida para la Alpujarra granadina, con primera parada en Lanjarón, considerado la entrada a la Alpujarra y famoso por sus aguas. Disfrutamos de un recorrido por sus calles y plazas donde nos cautivaron sus múltiples fuentes con palabras y versos de García Lorca y con preciosos adornos cerámicos.
Luego, por cada vez más empinada y estrecha carretera, a Trevélez, con más de 1400 m, uno de los pueblos más altos de la pensínsula y famoso por sus secaderos de jamones. Así que, lógicamente, se nos podía ver en un secadero, donde se nos informó detalladamente sobre los distintos tratamientos y el secado. Luego comida típica en el cercano restaurante, comida cargada de calorías, pero que nos hacían falta para la caminata que nos esperó en el próximo pueblo, en Pampaneira, pueblo situado a más de mil metros y declarado conjunto histórico-artístico. Típico pueblo moro que, por cierto, era el último reducto de los moriscos granadinos antes de ser expulsados. Pueblo pintoresco y encantador, cuyas casas blancas suben por una cuesta empinada. que nos hizo subir y bajar constantemente por estrechas, sinuosas y empinadas callejuelas, por lo que al final de la visita caimos rendidos en las sillas del autocar. Bueno, parece que no todo el mundo estaba así de rendido, porque después de la cena muchos subieron a un minibus que les llevó a una de las cuevas de Sacromonte para presenciar un espectáculo de flamenco como toca, con bailaores y bailaoras, con guitarra, palmas y jaleo. Terminada la función, aún tocó una pequeña caminata al cercano Albaicín para, desde ahí, disfrutar de una Alhambra iluminada. Y ahora sí, a la cama, a recobrar fuerzas para el día siguiente que nos vió en Granada. A la mañana siguiente, el autocar nos dejó en Sacromonte, desde donde nos fuimos al pintoresco Albaicín, el barrio más antíguo de Genada, y volvimos a gozar de la vista de la Alhambra, pero esta vez a la luz del día. Una vez llegados al casco antíguo de Granada, nos esperó una larga visita, tras la cual aún había algún tiempo libre, antes de subir de nuevo al autocar para ir a comer al hotel. Pero muchos decidieron quedarse en Granada para seguir recorriendo sus calles y tomar algún piscolabis, antes de volver a encontrarse con el resto del grupo delante de las puertas de la Alhambra. Tras su exhaustiva visita guiada, vuelta al hotel y preparar el equipaje, ya que al día siguiente se nos vió salir, a hora temprana, con rumbo a Córdoba. Llegados allí, nos esperó una larga y detallada visita de la mezquita. Luego algo de tiempo libre para recorrer las callejuelas de la antígua judería, y ya en busca del restaurante, donde se nos ofrecieron ricos platos típicos de la región. Después salida para Sevilla y llegada al hotel Jardín de la Reina, en Torre la Reina, en las afueras de Sevilla, hotel tipo albergue, con varios pequeños edificios, con grandes y largas mesas y comidas sencillas y nada sofisticadas, servidas tras un bufé acristalado anti Covid, donde indicabas lo que querías. Por la mañana, día 20, recorrido por la preciosa Plaza de España, levantada con ocasión de la exposición iberoamericana de 1929. Luego paseo en autocar por los antíguos pabellones de los distintos países iberoamericanos, y, ya en Sevilla, recorrido por el barrio de Santa Cruz y caminata hasta la catedral; a partir de allí tiempo libre hasta subir de nuevo al autocar para la comida, aunque muchos prefirieron quedarse en Sevilla, para seguir callejeando y tomarse unas ricas tapas, antes de encontrarse todos, por la tarde, cerca de la Torre de Oro para, desde allí, emprender un viaje en barco por el Guadalquivir.Y al hotel para cenar y preparar las maletas porque a la mañana siguiente tocó la vuelta a Alcossebre.
De nuevo un viaje bonito e interesante, con muchas nuevas impresiones y, como era de esperar, con bastante estrés por ver mucho en poco tiempo. Los pocos que se quejaron por falta de descanso eran novatos, porque ya se sabe, los viajes de Sant Benet significan mucho andar y poco descansar.
Gracias al competente y atento chófer y a nuestra simpática azafata Estela que nos llenó de informaciones. En Granada, Córdoba y Sevilla nos acompañaron, cada vez, dos guías, lo que permitió hacer dos grupos de nosotros, los 38 pensionistas, cosa muy agradable y encima, a través de los audífonos repartidos, se entendía todo perfectamente y los guías no nesecitaban gritar.
Y ahora, a pesar del estrés sufrido, todos están esperando ya al próximo viaje.