Mi vida como erizo
Deslindes, mociones y rasgado de vestiduras
![[Img #93615]](http://el7set.es/upload/images/02_2023/2519_9606_5618_8379__mg_3594ns.jpg)
El Ayuntamiento de Torreblanca aprobó, en el pleno celebrado el pasado jueves 23 de febrero, una moción conjunta de todos los grupos municipales en la que, se mostrararon enfadados, muy enfadados, con el estropicio de la propuesta de deslinde que plantea la Dirección General de Costas.
El contenido de la mentada moción, palabras más, palabras menos, instaba a la Generalitat Valenciana a presentar alegaciones como titular de la vía pecuaria que cruza el Parque Natural del Prat de Cabanes-Torreblanca, al tiempo que lamentaba que la gestión conjunta que realizan la Consellería –lo que sea que llamen gestión por la parte que le toca a la administración autonómica- conjuntamente con Global Nature y el Ayuntamiento de Torreblanca caiga en las pérfidas manos centralistas, opresoras y lejanas de un triste Ministerio. Con lo bien que íbamos.
El ayuntamiento mostraba así su rechazo a la propuesta de deslinde y seguía respaldando a los propietarios afectados por semejante boutade litoral.
Pero a mi pobre juicio, que puede estar tan errado como el que más, esta situación merece una reflexión un pelín más profunda que las balsas del Prat, con perdón del chiste fácil.
A estas alturas de la corrida, tal como está pintando el tema, el derecho al pataleo, la presentación de mociones y las alharacas en el pleno o ante la barra del bar pueden estar en el manual de estilo de todos los partidos políticos, “que malos los de Madrid”, “luego no quieren que hayan independentistas”, “centralismo opresor”, y así más o menos va la canción, cada quien con diferente música.
Pero pensemos por un instante de donde viene esto del deslinde y a donde vamos. La misma propuesta de deslinde que se publicó el pasado 2 de febrero recordaba que ya se había presentado una propuesta anteriormente, el 17 de marzo de 2010 para más señas, que había tenido su correspondiente tramitación, con sus periodos de alegaciones –a la propuesta y al acta de apeo- y que con ellas se habían limpiado el tercer ojo, llegando a redactarse el proyecto de deslinde y remitiéndose el mentado deslinde el 7 de julio de 2011 de nuevo a la Dirección General de Sostenibilidad de la Costa y el Mar. Tan solo el cambio de gobierno, de Zapatero a Mariano el impávido, nos había salvado de la boca del lobo. Puede ser que la dejadez del ministro de turno, al que quizá en algún mitin le habían pedido desde el PP provincial, cuando el PP provincial pintaba algo más que ahora, que ya estaba bien de deslindes, que no hicieran olas y el proyecto murió donde muere la burocracia, en la bandeja de entrada de la mesa de un ministro.
Si fue desidia o fue una petición atendida para no fastidiar “ahora que hemos ganado”, eso solo lo sabrán los ujieres del ministerio, pero el proyecto ha vuelto. El proyecto vuelve porque en la parte técnica las alegaciones presentadas por el Ayuntamiento de Torreblanca en su día fue como si oyeran llover. Más allá de lo que plantean los técnicos, solo queda política.
La decisión que resolverá este problema, si es que tiene solución a estas alturas, es política, porque la técnica, la realidad física y la tradición de Costas está en contra de nuestra propia tradición, nuestros sentimientos y la parte emocional que nos puede nublar a veces el criterio.
De ahí que unas alegaciones, una moción o una nota de prensa no sean mucho más que una carta a los Reyes Magos, algo muy curioso lo monárquicos que somos para pedir y lo republicanos que nos volvemos para no dar.
“Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos…”, dice el bueno de Joel en el Antiguo Testamento. Menos golpes de pecho y más política, porque política es todo. El pobre Joel, que tiene nombre de cantante de trap, era un profeta menor y arrimaba al ascua a la sardina de Jehová, pero no andaba falto de razones, que hay mucha hipocresía y muy poca vergüenza.
Ante la inminencia del desastre solo nos queda la teatralidad, la justa indignación, el derecho al pataleo y la adopción de esta como una más de las ofensas que el Gobierno, Madrid, el centralismo, los socialistas o los peperos que iremos anotando en nuestro cuaderno de estilo, para echar mano en los mítines. Pero esto es algo más. Esta situación nos invita a algo más profundo. A una sincera meditación para reflexionar sobre la política y los que la hacen. La Ley de Costas no es obra de Dios, sino de los hombres, y en ella se expresa la voluntad de sus redactores.
Vienen elecciones, la única cosa que entienden los políticos, así que quizá sería interesante que antes de poner el papelito en la urna pensemos en quienes redactan esas leyes tan irracionales en ocasiones, quienes las aprueban y quienes y como las aplican. PP y PSOE, que son los gallos del corral, son los únicos con papeletas para tener en sus filas al próximo presidente, pero dependen de lo que ahora llaman “socios minoritarios” o “socios de investidura”, así que la responsabilidad se reparte también entre la periferia parlamentaria. La próxima vez que se pida el voto para ungir a unos o a otros, se debería pensar muy seriamente a quien le estamos dando las llaves de nuestra casa y asegurarnos de que no volvemos a ser los pagafantas de turno a cambio de más deslindes, más Magdas, más caos de los trenes y más olvido.
![[Img #93615]](http://el7set.es/upload/images/02_2023/2519_9606_5618_8379__mg_3594ns.jpg)
El Ayuntamiento de Torreblanca aprobó, en el pleno celebrado el pasado jueves 23 de febrero, una moción conjunta de todos los grupos municipales en la que, se mostrararon enfadados, muy enfadados, con el estropicio de la propuesta de deslinde que plantea la Dirección General de Costas.
El contenido de la mentada moción, palabras más, palabras menos, instaba a la Generalitat Valenciana a presentar alegaciones como titular de la vía pecuaria que cruza el Parque Natural del Prat de Cabanes-Torreblanca, al tiempo que lamentaba que la gestión conjunta que realizan la Consellería –lo que sea que llamen gestión por la parte que le toca a la administración autonómica- conjuntamente con Global Nature y el Ayuntamiento de Torreblanca caiga en las pérfidas manos centralistas, opresoras y lejanas de un triste Ministerio. Con lo bien que íbamos.
El ayuntamiento mostraba así su rechazo a la propuesta de deslinde y seguía respaldando a los propietarios afectados por semejante boutade litoral.
Pero a mi pobre juicio, que puede estar tan errado como el que más, esta situación merece una reflexión un pelín más profunda que las balsas del Prat, con perdón del chiste fácil.
A estas alturas de la corrida, tal como está pintando el tema, el derecho al pataleo, la presentación de mociones y las alharacas en el pleno o ante la barra del bar pueden estar en el manual de estilo de todos los partidos políticos, “que malos los de Madrid”, “luego no quieren que hayan independentistas”, “centralismo opresor”, y así más o menos va la canción, cada quien con diferente música.
Pero pensemos por un instante de donde viene esto del deslinde y a donde vamos. La misma propuesta de deslinde que se publicó el pasado 2 de febrero recordaba que ya se había presentado una propuesta anteriormente, el 17 de marzo de 2010 para más señas, que había tenido su correspondiente tramitación, con sus periodos de alegaciones –a la propuesta y al acta de apeo- y que con ellas se habían limpiado el tercer ojo, llegando a redactarse el proyecto de deslinde y remitiéndose el mentado deslinde el 7 de julio de 2011 de nuevo a la Dirección General de Sostenibilidad de la Costa y el Mar. Tan solo el cambio de gobierno, de Zapatero a Mariano el impávido, nos había salvado de la boca del lobo. Puede ser que la dejadez del ministro de turno, al que quizá en algún mitin le habían pedido desde el PP provincial, cuando el PP provincial pintaba algo más que ahora, que ya estaba bien de deslindes, que no hicieran olas y el proyecto murió donde muere la burocracia, en la bandeja de entrada de la mesa de un ministro.
Si fue desidia o fue una petición atendida para no fastidiar “ahora que hemos ganado”, eso solo lo sabrán los ujieres del ministerio, pero el proyecto ha vuelto. El proyecto vuelve porque en la parte técnica las alegaciones presentadas por el Ayuntamiento de Torreblanca en su día fue como si oyeran llover. Más allá de lo que plantean los técnicos, solo queda política.
La decisión que resolverá este problema, si es que tiene solución a estas alturas, es política, porque la técnica, la realidad física y la tradición de Costas está en contra de nuestra propia tradición, nuestros sentimientos y la parte emocional que nos puede nublar a veces el criterio.
De ahí que unas alegaciones, una moción o una nota de prensa no sean mucho más que una carta a los Reyes Magos, algo muy curioso lo monárquicos que somos para pedir y lo republicanos que nos volvemos para no dar.
“Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos…”, dice el bueno de Joel en el Antiguo Testamento. Menos golpes de pecho y más política, porque política es todo. El pobre Joel, que tiene nombre de cantante de trap, era un profeta menor y arrimaba al ascua a la sardina de Jehová, pero no andaba falto de razones, que hay mucha hipocresía y muy poca vergüenza.
Ante la inminencia del desastre solo nos queda la teatralidad, la justa indignación, el derecho al pataleo y la adopción de esta como una más de las ofensas que el Gobierno, Madrid, el centralismo, los socialistas o los peperos que iremos anotando en nuestro cuaderno de estilo, para echar mano en los mítines. Pero esto es algo más. Esta situación nos invita a algo más profundo. A una sincera meditación para reflexionar sobre la política y los que la hacen. La Ley de Costas no es obra de Dios, sino de los hombres, y en ella se expresa la voluntad de sus redactores.
Vienen elecciones, la única cosa que entienden los políticos, así que quizá sería interesante que antes de poner el papelito en la urna pensemos en quienes redactan esas leyes tan irracionales en ocasiones, quienes las aprueban y quienes y como las aplican. PP y PSOE, que son los gallos del corral, son los únicos con papeletas para tener en sus filas al próximo presidente, pero dependen de lo que ahora llaman “socios minoritarios” o “socios de investidura”, así que la responsabilidad se reparte también entre la periferia parlamentaria. La próxima vez que se pida el voto para ungir a unos o a otros, se debería pensar muy seriamente a quien le estamos dando las llaves de nuestra casa y asegurarnos de que no volvemos a ser los pagafantas de turno a cambio de más deslindes, más Magdas, más caos de los trenes y más olvido.



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