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Helga Wendt de Jovaní
Domingo, 02 de Abril de 2023

Del Baúl de los Recuerdos: Sobre Esto y Aquello de Otros Tiempos

[Img #94165]Érase un tiempo en el que los comestibles en las tiendas no se vendían empaquetados. Detrás del mostrador había un gran armario con cantidad de cajones cuyos letreros indicaban el contenido: azúcar, harina, lentejas, pasta, judías, sémola y un sinfín de otros víveres. No sé si había arroz  porque yo recuerdo papillas de sémola, tomadas con azúcar y canela o con zumo de frambuesa en vez del arroz con leche tomado en España. Los que seguro aún no habían entrado en la cocina alemana eran los garbanzos cuyo nombre en alemán significa guisante sonriente porque si Vds. se fijan bien, parecen reirse.

En la parte trasera del mostrador había una balanza con dos platos hondos y un juego de pesas mientras que en España aún ví utilizar la romana. Una vez pesada la mercancía, se la echaba en unos cucuruchos de papel grueso que colgaban, en diferentes tamaños, de unos ganchos. Recuerdo, encima del mostrador, un gran recipiente de cristal con tapa, lleno de grandes caramelos rojos en forma de frambuesa. Eran caramelos muy duros, por lo que te quedaban mucho tiempo en la boca, una especie de chupachups bucal. Años más tarde, allá por el año 1943, los niños nos hacíamos nuestros propios chupachups comprando unas pastillas de amoníaco y pegándolas, con saliva y en forma de estrellita, en el dorso de la mano.

La leche se compraba, con una lechera, en la lechería donde, supongo, también se vendían requesón, quesos, mantequilla  y huevos. Yo, desde luego, sólo conocía la tienda de los caramelos rojos donde debo haber estado varias veces.

La leche, siempre de vaca, aún no estaba tratada, por lo que cuajaba si se la dejaba, unos pocos días, en unos cuencos no demasiado hondos, un manjar, tomado con azúcar y canela, muy apetecido por todo el mundo, precursor del yogur que aparecería en las tiendas alemanas muchísimos años más tarde y que al principio se vendía en pequeños vasos de cristal.

Pero dejemos ya de hablar de tiendas, comestibles y comidas.

Los pañales y las compresas eran todavía de tela, lo que significaba horas dedicadas a la limpieza. No había ni leggings ni pantys. Los niños llevábamos las medias sujetas a una especie de pequeño corpiño. Total, un lío, y encima las dichosas medias picaban, sobre todo en la corva.

Eran los tiempos en los que en Alemania aún había cementerios protestantes y cementerios católicos. Me veo, al anochecer, en un sitio con muchas lucecitas rojas. Seguro que la niñera me había llevado, allá por Todos Los Santos, al cementerio católico. También me llevó un día a una iglesia de la que únicamente recuerdo el gran y extenso Belén y, sobre todo, la figura de un morito que siempre, cuando se le echaba una moneda, movía la cabeza, dando las gracias, como me decían, por la ayuda dada a los pobres moritos de África.

Antes de terminar, todavía unas palabras sobre los bebés que eran traídos por la cigüeña, en España de Paris, en Alemania no se sabía de dónde. Me decían que si quería tener un hermanito, debería poner, todos los días antes de irme a dormir, un terrón de azúcar en el alféizar, porque la cigüeña era my golosa. Efectivamente, todas las mañanas había desaparecido el terrón de azúcar y, al cabo de algún tiempo, la cigüeña me trajo el ansiado hermanito, -acertada adivinanza de mis padres cuando las ecografías aún estaban a años luz.

Ahora bien, la cigüeña no era siempre simpática. Cuando me llevaron a ver a mi antígua y ya mencionada niñera porque había dado a luz  y me asombraron sus piernas vendadas, me explicaron que era porque las había mordido la cigüeña.

Bastantes años más tarde, cuando tenía unos diez años, recuerdo una conversación con mi primo que me llevaba más o menos tres años, sobre por dónde salían los bebés de la barriga de la madre Eso de cómo entraban, no interesaba. Estaban en la barriga, ya está, pero por dónde salían? Uno de nosotros pensaba que por el pecho mientras que el otro prefería que por el ombligo. Aún pasarían unos cuantos años hasta que nos enterásemos.

Y con ello cierro el baúl de mis recuerdos, esperando que les hayan gustado mis historietas de los años de la nana.

 

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