La Mala Suerte de haber nacido Mujer
Todos los dÃas, al volver del trabajo, el abuelo se sentaba en su sillón y le decÃa a la nieta: Hija, dáme mis chanclas y, de la nevera, tráeme esto, sácame aquello y búscame lo de más allá. Un dÃa la ya adolescente nieta le dice a su abuelo: “Y tú, ?porqué no te lo sacas tú “?, a lo que el abuelo contestó, sin pensárselo dos veces: “Ay, hijita mÃa, tienes la mala suerte de haber nacido mujer.“TenÃa razón el abuelo. Eran los tiempos en los que la gran mayorÃa de las mujeres eran unas mandadas por el hombre.
Es verdad que cada vez habÃa más chicas haciendo el bachillerato en institutos públicos mixtos e incluso habÃa quienes superaron el difÃcil acceso a la universidad para cursar alguna carrera.
Ya habÃa abogadas, médicas, farmacéuticas y dentistas, pero el ejercer una profesión estaba todavÃa mal visto y solÃa interpretarse como señal de necesidad. Asà las cosas, no es de extrañar que el deseo de la chica de marcharse a Madrid y estudiar arquitectura, fuese contestado con un rotundo no. “ De eso, nada de nada. Con lo que tu padrino te ha dejado en herencia, podrás vivir de sobra y con holgura.“
Pues la chica se quedó en casa, se casó, tuvo hijos y seguÃa siendo una mandada por los hombres.
Muchos años más tarde, siendo ya abuela de dos nietas, nuestra protagonista conoció a una alemana. Se hicieron gran amigas y la alemana pronto ya era parte de la familia. Hasta que un dÃa ocurrió una tragedia – bueno, más bien una tragicomedia. La alemana se habÃa atrevido a proponerle a su amiga un viaje a Alemania. La oportunidad mejor no podÃa ser: ida, en coche, con la hija de la alemana y vuelta, a las dos semanas, con el hijo.
!Un viaje a Alemania, al paÃs de los herejes, de la trata de blancas, de las costumbres desenfrenadas y disolutas! El marido se puso fuera de sÃ, quiso tirarse, una vez, por la ventana y. la otra, por el balcón, quiso divorciarse y no sé qué lindezas más. La alemana ya no pudo pisar la casa, y sólo cuando habÃa pasado el peligro del viaje, las aguas volvieron a su cauce. Pero las amigas seguÃan planeando su viaje. Dos años más tarde surgió otra oportunidad. El mejor amigo del marido permitió a su mujer a acompañar a las dos amigas. Y si el amigo no tenÃa nada en contra, nuestro marido no podÃa decir que no. Pues a Alemania se fueron las tres, la alemana en autocar, las españolas en avión. ?O? Era algo extraño que la mujer del amigo nunca saliese en las muchas fotos, pero es que era ella la que las hacÃa, y encima a la pobre le habÃa salido un problema con una muela y se le habÃa hinchado una mejilla. Y ? Quién quiere ser retratado con una mejilla hinchada?
La amiga de la alemana se lo pasó pipa en Alemania. Visitó palacios, catedrales y pueblos pintorescos, recorrió bonitos parajes verdes y densos bosques, probó platos tÃpicos, incluÃda la col ácida, la chucrut, conoció otras costumbres y diferentes conceptos y puntos de vista, y a las dos semanas volvió, de la nefasta Alemania, sana, salva, pura e impoluta a los brazos de su marido.
Afortunadamente la España de aquel entonces ya no tiene nada o, mejor dicho, poco que ver con la España actual. Hoy, España es considerada uno de los paÃses europeos más adelantados en cuanto a la igualdad entre hombres y mujeres, aunque aún queda camino por recorrer.
Y con ello acaba el cuento que no es cuento sino pura realidad, de la mala suerte de haber nacido mujer.
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Todos los dÃas, al volver del trabajo, el abuelo se sentaba en su sillón y le decÃa a la nieta: Hija, dáme mis chanclas y, de la nevera, tráeme esto, sácame aquello y búscame lo de más allá. Un dÃa la ya adolescente nieta le dice a su abuelo: “Y tú, ?porqué no te lo sacas tú “?, a lo que el abuelo contestó, sin pensárselo dos veces: “Ay, hijita mÃa, tienes la mala suerte de haber nacido mujer.“TenÃa razón el abuelo. Eran los tiempos en los que la gran mayorÃa de las mujeres eran unas mandadas por el hombre.
Es verdad que cada vez habÃa más chicas haciendo el bachillerato en institutos públicos mixtos e incluso habÃa quienes superaron el difÃcil acceso a la universidad para cursar alguna carrera.
Ya habÃa abogadas, médicas, farmacéuticas y dentistas, pero el ejercer una profesión estaba todavÃa mal visto y solÃa interpretarse como señal de necesidad. Asà las cosas, no es de extrañar que el deseo de la chica de marcharse a Madrid y estudiar arquitectura, fuese contestado con un rotundo no. “ De eso, nada de nada. Con lo que tu padrino te ha dejado en herencia, podrás vivir de sobra y con holgura.“
Pues la chica se quedó en casa, se casó, tuvo hijos y seguÃa siendo una mandada por los hombres.
Muchos años más tarde, siendo ya abuela de dos nietas, nuestra protagonista conoció a una alemana. Se hicieron gran amigas y la alemana pronto ya era parte de la familia. Hasta que un dÃa ocurrió una tragedia – bueno, más bien una tragicomedia. La alemana se habÃa atrevido a proponerle a su amiga un viaje a Alemania. La oportunidad mejor no podÃa ser: ida, en coche, con la hija de la alemana y vuelta, a las dos semanas, con el hijo.
!Un viaje a Alemania, al paÃs de los herejes, de la trata de blancas, de las costumbres desenfrenadas y disolutas! El marido se puso fuera de sÃ, quiso tirarse, una vez, por la ventana y. la otra, por el balcón, quiso divorciarse y no sé qué lindezas más. La alemana ya no pudo pisar la casa, y sólo cuando habÃa pasado el peligro del viaje, las aguas volvieron a su cauce. Pero las amigas seguÃan planeando su viaje. Dos años más tarde surgió otra oportunidad. El mejor amigo del marido permitió a su mujer a acompañar a las dos amigas. Y si el amigo no tenÃa nada en contra, nuestro marido no podÃa decir que no. Pues a Alemania se fueron las tres, la alemana en autocar, las españolas en avión. ?O? Era algo extraño que la mujer del amigo nunca saliese en las muchas fotos, pero es que era ella la que las hacÃa, y encima a la pobre le habÃa salido un problema con una muela y se le habÃa hinchado una mejilla. Y ? Quién quiere ser retratado con una mejilla hinchada?
La amiga de la alemana se lo pasó pipa en Alemania. Visitó palacios, catedrales y pueblos pintorescos, recorrió bonitos parajes verdes y densos bosques, probó platos tÃpicos, incluÃda la col ácida, la chucrut, conoció otras costumbres y diferentes conceptos y puntos de vista, y a las dos semanas volvió, de la nefasta Alemania, sana, salva, pura e impoluta a los brazos de su marido.
Afortunadamente la España de aquel entonces ya no tiene nada o, mejor dicho, poco que ver con la España actual. Hoy, España es considerada uno de los paÃses europeos más adelantados en cuanto a la igualdad entre hombres y mujeres, aunque aún queda camino por recorrer.
Y con ello acaba el cuento que no es cuento sino pura realidad, de la mala suerte de haber nacido mujer.
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