Jueves, 18 de Septiembre de 2025

Actualizada Jueves, 18 de Septiembre de 2025 a las 17:36:41 horas

Zacarías Ramo Traver
Viernes, 09 de Agosto de 2024

Recuerdos de un octogenario. Torreblanca hace 80 años. (III) Los jóvenes de ayer

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   ¿Cómo eran los jóvenes de los años cuarenta? Pues, más o menos, igual que los de hoy: fanfarrones, entusiastas,  inseguros, vigorosos, volubles, con la sexualidad  a tope y con ansia de comerse al mundo. La diferencia radicaba en la implementación de esos rasgos.

   Las ocasiones de fanfarronear eran más escasas que las actuales porque, para empezar, los jóvenes de los 40 solían estar a dos velas y sin dinero las posibilidades de presumir son más exiguas. Por ejemplo con la vestimenta,  sin pasta poca ropa nueva puede lucirse.

   Se entusiasmaban fácilmente, pero al sentirse inseguros el entusiasmo se diluía como la espuma. Tenían el vigor de los años mozos lo que les llevaba a pavonearse con frecuencia, pero dada su volubilidad eran mayores las ganas que los hechos consumados.

   Su sexualidad era acusada, pero al estar reprimida por el ambiente y la formación que se impartía desde el nacionalcatolicismo -propio de la época franquista- tenían escasas ocasiones de manifestarse. Recuerdo que para los curas de la época algunas de sus preguntas ineludibles en el confesonario eran: ¿cuántas veces?, ¿has hecho tocamientos?, ¿y ella se ha dejado? Supongo que con las chicas sería parecido.

   Tenían ganas de comerse al mundo, pero con su falta de formación, de conocer otros ambientes y de su escasez de recursos las ganas se quedaban en muy poco.

   Sí había algo que marcaba rotundamente a los jóvenes: el servicio militar obligatorio –la mili-. Era la primera vez que muchos de ellos salían del pueblo y se enfrentaban a un entorno totalmente distinto del que conocían. Para la mayoría era una experiencia que les cambiaba la forma de enfocar la vida. Volvían distintos, más curtidos, con más conocimientos, con experiencias y anécdotas que repetirían una y otra vez a lo largo de su vida. Entre ellas, quizá su primera visita a los tristes lupanares de entonces. Por eso solía decirse que volvían hechos unos hombres. Es lo que me dijo mi padre. No era un gran psicólogo.

 

 

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