Cocaína: una adicción que puede pasar desapercibida
Según los especialistas de Atiempo Adicciones, un centro terapéutico de desintoxicación y deshabituación ubicado en Murcia, la cocaína es una droga que, al igual que ocurre con la nicotina, se caracteriza por una particularidad: el adicto puede pasar desapercibido, salvo que sea sorprendido en el momento del consumo.
Cómo influye la cocaína en el comportamiento de las personas
Pero esto no significa que la cocaína no produzca alteraciones en el comportamiento, sino que en muchas ocasiones estas alteraciones no se manifiestan con la intensidad suficiente para que sean percibidas por un observador externo.
Y es que esta droga genera en el consumidor sensaciones de euforia y de confianza en sí mismo, así como una reducción de la inhibición. Las personas bajo sus efectos tienden a actuar con energía, a hablar rápido y a actuar de forma relativamente impulsiva. Pautas de actuación que resultan muy normales y habituales en ciertos ambientes empresariales y de negocios.
Sin embargo, tras los efectos iniciales aparece irritabilidad, ansiedad y una fuerte necesidad de volver a consumir. Por eso a muchos adictos a la cocaína no se les nota su adicción: consumen continuamente durante todo el día.
Pero a largo plazo, el uso frecuente de cocaína altera la química cerebral, afectando a la capacidad de toma de decisiones y al control de los impulsos. Además, el abuso de esta droga incrementa el riesgo de desarrollar trastornos de ansiedad, depresión y episodios psicóticos.
Los efectos de la cocaína en el organismo humano
A nivel del SNC (Sistema Nervioso Central), la cocaína estimula fuertemente la producción y liberación de dopamina, un neurotransmisor cerebral que interviene en la percepción de las sensaciones de recompensa y placer. Y es ese sobreestímulo dopaminérgico el que provoca que los consumidores de cocaína se conviertan muy fácil y rápidamente en adictos.
Respecto al sistema cardiovascular, la cocaína aumenta la frecuencia cardíaca y la presión arterial, lo que a medio y largo plazo incrementa el riesgo de sufrir arritmias, infartos y accidentes cerebrovasculares, con efectos letales incluso en consumidores jóvenes y aparentemente sanos.
El sistema respiratorio también se ve afectado, especialmente en quienes consumen la droga por inhalación. Concretamente, la cocaína puede producir daños irreversibles en las vías respiratorias, frecuentes hemorragias nasales y, a largo plazo, perforación del tabique nasal.
Finalmente, el consumo crónico de cocaína puede causar alteraciones hepáticas y renales de carácter muy grave.
El doble drama de la cocaína: a muchos adictos no se les nota que lo son
Como ya hemos comentado, la cocaína puede ocultarse tras una fachada de total normalidad. Muchos consumidores logran mantener una apariencia funcional impecable, mientras que interiormente lidian con una adicción a la que no pueden vencer y que los consume internamente.
Este contraste entre la imagen pública y la lucha interior subraya la complejidad del problema. Y es que la invisibilidad pública de la adicción no solo perpetúa el consumo, sino que también retrasa el necesario tratamiento.
Evidentemente, tras años de consumo comienzan a ser visibles los daños cognitivos y físicos ya señalados. Es entonces cuando el adicto es incapaz de seguir actuando bajo el disfraz de la normalidad y sus allegados perciben la triste realidad que se oculta tras ese disfraz.
Según los especialistas de Atiempo Adicciones, un centro terapéutico de desintoxicación y deshabituación ubicado en Murcia, la cocaína es una droga que, al igual que ocurre con la nicotina, se caracteriza por una particularidad: el adicto puede pasar desapercibido, salvo que sea sorprendido en el momento del consumo.
Cómo influye la cocaína en el comportamiento de las personas
Pero esto no significa que la cocaína no produzca alteraciones en el comportamiento, sino que en muchas ocasiones estas alteraciones no se manifiestan con la intensidad suficiente para que sean percibidas por un observador externo.
Y es que esta droga genera en el consumidor sensaciones de euforia y de confianza en sí mismo, así como una reducción de la inhibición. Las personas bajo sus efectos tienden a actuar con energía, a hablar rápido y a actuar de forma relativamente impulsiva. Pautas de actuación que resultan muy normales y habituales en ciertos ambientes empresariales y de negocios.
Sin embargo, tras los efectos iniciales aparece irritabilidad, ansiedad y una fuerte necesidad de volver a consumir. Por eso a muchos adictos a la cocaína no se les nota su adicción: consumen continuamente durante todo el día.
Pero a largo plazo, el uso frecuente de cocaína altera la química cerebral, afectando a la capacidad de toma de decisiones y al control de los impulsos. Además, el abuso de esta droga incrementa el riesgo de desarrollar trastornos de ansiedad, depresión y episodios psicóticos.
Los efectos de la cocaína en el organismo humano
A nivel del SNC (Sistema Nervioso Central), la cocaína estimula fuertemente la producción y liberación de dopamina, un neurotransmisor cerebral que interviene en la percepción de las sensaciones de recompensa y placer. Y es ese sobreestímulo dopaminérgico el que provoca que los consumidores de cocaína se conviertan muy fácil y rápidamente en adictos.
Respecto al sistema cardiovascular, la cocaína aumenta la frecuencia cardíaca y la presión arterial, lo que a medio y largo plazo incrementa el riesgo de sufrir arritmias, infartos y accidentes cerebrovasculares, con efectos letales incluso en consumidores jóvenes y aparentemente sanos.
El sistema respiratorio también se ve afectado, especialmente en quienes consumen la droga por inhalación. Concretamente, la cocaína puede producir daños irreversibles en las vías respiratorias, frecuentes hemorragias nasales y, a largo plazo, perforación del tabique nasal.
Finalmente, el consumo crónico de cocaína puede causar alteraciones hepáticas y renales de carácter muy grave.
El doble drama de la cocaína: a muchos adictos no se les nota que lo son
Como ya hemos comentado, la cocaína puede ocultarse tras una fachada de total normalidad. Muchos consumidores logran mantener una apariencia funcional impecable, mientras que interiormente lidian con una adicción a la que no pueden vencer y que los consume internamente.
Este contraste entre la imagen pública y la lucha interior subraya la complejidad del problema. Y es que la invisibilidad pública de la adicción no solo perpetúa el consumo, sino que también retrasa el necesario tratamiento.
Evidentemente, tras años de consumo comienzan a ser visibles los daños cognitivos y físicos ya señalados. Es entonces cuando el adicto es incapaz de seguir actuando bajo el disfraz de la normalidad y sus allegados perciben la triste realidad que se oculta tras ese disfraz.













