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Lunes, 01 de Diciembre de 2025

“Las personas con VIH siguen enfrentándose a interrupciones sociales, institucionales y emocionales que condicionan su autonomía”, señala la trabajadora social de CASDA Gianella Cárdenas

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Con motivo del Día Mundial de la Lucha contra el SIDA, la trabajadora social y colegiada del COTS Castelló Gianella Cárdenas, profesional de la Asociación Ciudadana del VIH y SIDA de Castelló (CASDA), ha reivindicado la importancia de reconocer y atender las “interrupciones sociales, institucionales y emocionales” que siguen afectando a las personas con VIH y que condicionan su autonomía, bienestar y calidad de vida.

Cárdenas coordina La Llar, la vivienda tutelada gestionada por CASDA desde 2005 y destinada a personas con VIH/SIDA en riesgo de exclusión social. Este recurso residencial se ha consolidado como un espacio terapéutico y de empoderamiento, donde se trabajan capacidades personales y sociales para favorecer la reintegración sociolaboral de sus residentes.

Avances logrados, pero aún insuficientes

La profesional subraya que, pese a los avances alcanzados en materia de derechos, dignidad y normalización, queda camino por recorrer. “Hoy el VIH se entiende como una condición de salud crónica que no define a la persona. Hay más recursos comunitarios, más campañas y más profesionales formados. Hemos pasado de hablar en voz baja a poder hablar en voz alta”, afirma.

Entre los progresos, destaca la mejora en la adherencia al tratamiento y en los resultados de salud gracias al acompañamiento social. No obstante, insiste: “Todavía queda mucho por hacer”.

Estigma social: la interrupción más persistente

En el ámbito social, Cárdenas alerta de que el estigma permanece, aunque de formas más sutiles. “Aún existen miedos infundados en entornos laborales o comunitarios, y micro negaciones que generan aislamiento y una profunda sensación de no pertenencia”, señala.

La clave para combatirlo, afirma, es la información y sensibilización comunitaria, que debe trascender el ámbito sanitario y llegar a barrios, centros de empleo, empresas y espacios comunitarios. En La Llar se trabaja intensamente la convivencia desde el respeto, la educación entre iguales y la desmitificación del VIH mediante la explicación directa y el contacto cercano.

Barreras institucionales y cicatrices emocionales

Cárdenas describe también las interrupciones institucionales: trámites complejos, esperas prolongadas y sistemas que no siempre contemplan las necesidades emocionales o urgencias vitales de las personas con VIH.

A ello se suman las interrupciones emocionales: “El diagnóstico, aunque esté médicamente controlado, impacta profundamente. Surgen crisis de identidad, ansiedad, miedo al rechazo o duelos por proyectos de vida que se sienten truncados”. Estas cicatrices pueden generar baja autoestima, inseguridad o recaídas en conductas de riesgo, especialmente cuando faltan apoyos afectivos estables.

El papel transformador del Trabajo Social

En este contexto, Cárdenas reivindica el valor del Trabajo Social como disciplina capaz de transformar realidades. “Lo más transformador no siempre es un recurso, sino que la persona se sienta escuchada y tratada sin prejuicios”, afirma. El acompañamiento profesional cercano y continuado es clave para que los usuarios reelaboren su diagnóstico y recuperen la confianza en sí mismos.

Desde CASDA se trabaja para reducir la carga burocrática, facilitar accesos y acompañar cada paso. “Cuando la persona siente que alguien camina con ella, las interrupciones dejan de ser obstáculos y se convierten en oportunidades de cambio”, explica.

Cambios estructurales urgentes

Para lograr una inclusión real, la trabajadora social identifica varias transformaciones necesarias:

  • Mayor integración sociosanitaria y accesibilidad a los recursos.

  • Políticas de vivienda flexibles, con más opciones de alojamiento temporal y proyectos residenciales con acompañamiento.

  • Itinerarios laborales personalizados, libres de prejuicios y con oportunidades reales.

  • Más educación comunitaria para combatir el estigma persistente.

Además, aboga por una evolución en los enfoques profesionales: pasar del “acompañamiento de supervivencia” al acompañamiento orientado al proyecto vital, con intervenciones más integrales, pausadas y centradas en las necesidades reales de cada persona.

El VIH está controlado a nivel médico, pero las cicatrices emocionales y sociales siguen ahí”, recuerda Cárdenas, que concluye apelando a escuchar más a quienes conviven con el VIH: “Su voz debe guiar la intervención. Acompañar no es hacer por ellos, es caminar a su lado para que recuperen el control sobre su vida”.

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